Al desdichado viajero transespacial (3)

                                   BICHEANDO

Es verdad que tengo experiencia en droides y reparación de sistemas de inteligencia artificial, pero no sé nada de conectores álmicos. No había tenido oportunidad de practicar ni de experimentar jamás con anatomía híbrida sutil, porque S.ANDRO era el primer prototipo que llevaba instalado algo como eso. Había leído sobre conexiones y REVIV-vp (redes vibratorias de verbo y pensamiento estructurado), eso sí, y también me había colado a limpiar en el transcurso de algunas pruebas, de modo que sabía en qué puntos de su anatomía Sandro tenía algunas cosas. Pero fuera de eso estaba completamente a pelo con el androide durmiente, sin nada remotamente parecido a un manual de instrucciones.

Lo primero que hice fue darle la vuelta sobre la colchoneta, para asegurarme de que los circuitos de dolor instaurados en su espina dorsal estaban desactivados. No lo estaban, y pensar que los había tenido conectados todo el tiempo me produjo mucha rabia de golpe. ¿Qué necesidad tenían aquellos desaprensivos de hacerle pasar un calvario en el laboratorio? Todos ellos especies superiores, para que veas. Y luego dicen de nosotros.

Cerré con cuidado la porción de piel y “carne” que tapaba la columna vertebral de Sandro. Pobrecita, joder. Así como estaba, desnuda (había estado desnuda salvo por mi chaqueta todo el tiempo), parecía aún más vulnerable. La tapé con la manta de cintura para abajo, por mera intimidad, y porque era obvio que no iba a necesitar mirar nada ahí.

Ya que la tenía acostada de esa forma, boca abajo, aparté el reactivo cabello y repasé con las uñas la parte posterior de su cuello, con toda la delicadeza que pude. Se supone que ahí estaba alojado el Centro Ejecutivo Espiritual, que de algún modo se conectaba con la zona posterior de su cabeza. Sabía que ahí mismo, en el cuello, pero en la parte anterior, estaba la puerta de entrada para el fluido etérico vital… y caí en la cuenta de que, obcecado como había estado en sacar a Sandro de las instalaciones, no había tenido en cuenta que necesitaría un frasquito. Según había leído, tan solo unas gotas bastaban para iniciar el proceso, y luego sería la propia Sandro quien fabricaría más fluido etérico si uno manualmente ponía su respiración en modo viento o“fricción de pseudo tráquea”.

Es curioso, y personalmente me parece maravilloso, que la tecnología en inteligencia artificial dio un paso definitivo hacia delante cuando una mente privilegiada dio un gigantesco paso hacia atrás. La mente de N.C. Caribdis, el humano que se planteó por primera vez qué pasaría si, en lugar de ser egoístas y querer apropiarnos de la perfección de una máquina a través de implantes y demás en nuestro soma, cediéramos nosotros, los seres vivos, algo de nuestra perfección al soma de una máquina. No sé mucho sobre historia de la Súper Era, pero tengo entendido que fue entonces, al pensar aquello, cuando Caribdis comenzó a extraer pequeñas porciones de su propio fluido etérico vital, con ayuda de los Blancos, para aplicarlo en robótica y producir, en primera instancia, fuerza electromotriz. Supongo que más tarde, tras haber comprobado que el fluido etérico funcionaba con éxito, se empezó a pensar en si sería posible enseñar a las máquinas cómo sintetizarlo por sí mismas a través de un programa sencillo, para rentabilizarlo. Porque no es como que un pobre anciano (y Caribdis ya tenía sus años) pueda regalar fluido vital a espuertas sin sufrir consecuencias, ¿verdad? Así que se instaló un programa para enseñarle a los androides cómo hacerlo a partir de una mínima semilla de vida, igual que los seres vivos movilizamos y reciclamos nuestro éter desde la laringe mediante un proceso de respiración consciente. Aunque claro, todo esto que te cuento seguramente te suena absolutamente a chino.

La conclusión de lo que estaba tratando de explicarte es que, si conseguía aplicar unas gotitas de fluido etérico de arranque en la puerta de éter de Sandro situada en su garganta, ella seguramente obtendría la fuerza necesaria para moverse, abrir los ojos y hablar, una vez hubiera sintetizado más. Tal vez le tomaría un día o dos la carga completa de éter, o una semana, ni idea.

Cuando hablo de conexiones sutiles me refiero a esto, viajero, porque la primera que existe es esta: la formación del cuerpo de éter para obtención de energía vital, y cómo ésta se conecta con el medio exterior. Energía viva que sólo se crea al nacer y nunca más se destruye, formando parte de un circuito tan perfecto e invisible como el tuyo o el mío, ¿te das cuenta?

Abstraído mientras trabajaba, aunque sabía que por el momento había llegado a un punto de parada obligatoria por no tener en mis manos el fluido vital, un sentimiento comenzó a abrirse paso en mí. No me di cuenta hasta que fue demasiado grande como para ignorarlo.

No se trataba de algo agradable, pero tampoco era desconocido. Lo he sentido muchas veces, por no decir que lo siento todo el tiempo, aunque no siempre le presto atención. Ya sabes, cuando uno está muy ocupado normalmente no se para a ser consciente de lo que está sintiendo. Pero claro, en el silencio de la noche, sólo quebrado por craqueos quitinosos de agresividad y gritos humanos en alguna reyerta callejera fuera de la colmena, supongo que sin darme cuenta me permití ir hacia dentro.

Miré a Sandro. Era curioso que, en un primer intento de conectarla a ella, yo hubiera conectado conmigo mismo. Era incómodo, pero por alguna razón sentía que necesario también. Supongo que si uno nunca para, uno se termina volviendo loco. Imagino que esto tampoco ha cambiado mucho, ¿verdad? Seguro que esto ya es así en el tiempo en que tú estás, y en el espacio que ocupas. Seguro lo ha sido siempre.

—Me siento solo —solté al aire sin pensar. Una parte de mí se lo decía a Sandro, pero eso era estúpido y no sólo porque ella no iba a escucharme—. No. En realidad no es eso.

No era soledad lo que sentía, sino algo peor que no me veía con fuerzas para nombrar en voz alta. Lo que estaba sintiendo en aquel momento, lo que tengo que admitir que siento siempre, es desarraigo. No es lo mismo que la soledad, para nada. La soledad la abrazo sin reservas; me siento horrible cuando la necesito y por circunstancias no la puedo tener. Está claro que yo soy más lobo solitario que Bob, a pesar de que él sea un cánido. Pero no, el desarraigo es otra cosa muy distinta. No se parece tampoco al sentimiento de no pertenecer, o al menos no para mí. Confieso que no encajar en un mundo enfermo me produce un secreto placer, así que no. Se parece más a no saber qué hago aquí, para qué estoy aquí, a ser infinitamente pequeño en la inmensidad de la Nada, del Todo. Al silencio de no poder en realidad compartir, como ahora con Sandro, ¿a quién podía contarle los porqués de todo lo que estaba haciendo y dispuesto a hacer, y lo que ella representaba para mí? Aunque te doy las gracias porque, quieras que no, ahora, en este mismo instante, quizás estoy compartiendo sentimientos y conocimientos contigo. Pero en fin, la clave es el “quizás”… porque estoy escribiéndole al viento y no tengo ni idea de si te llegará. Esto es como enviar una onda al espacio sin tener ni idea de dónde va a caer. Al espacio desierto, oscuro y frío.

Tampoco es para llorar, pero bueno. Nunca quiero darle demasiadas vueltas cuando me cazo pensando en un sentimiento de este tipo, porque me da mucho asco sentirme víctima de las circunstancias, y el asco intenso es difícil de tolerar.

Sonreí a Sandro. Sentí que de algún modo ella me había escuchado, aunque por supuesto no me dio señal alguna que mostrara tal cosa.

—¿Tú cómo estás?

Obvio sabía que no me respondería. Extendí la mano y la volteé para acariciar su mejilla, poniendo en contacto con su piel el dorso y los nudillos para evitar las uñas. Por desgracia, donde más sensibilidad táctil tengo es en las uñas, pero jamás me perdonaría desgarrarla por accidente aunque fuera con el mínimo gesto.

—Imagino que si estuvieras despierta, estarías cansada y queriendo dormir. Dormir de verdad… —me atranqué por estar diciendo una serie de gilipolleces sin saber por qué—. Dormir de verdad, no como ahora.

Mamá abrió un ojo desde su esquina apartada en las colchonetas. Tiene un oído muy fino, tanto que a veces da la impresión de que nunca duerme del todo. Seguro la estaba molestando por hablar, aunque lo hiciera en susurros, así que me callé. Ella siguió mirándome, impávida, ya con los dos ojos abiertos como soles verdes y un resplandor en ellos que parecía decir: ¿qué te pasa, drogadicto?

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que expresivo y natural tono de voz, un tanto, ¿estimulante? agradable forma de soltarse… En arreglo a la situación y momento.
Gratificantes reflexiones (como loba solitaria, je),
Estoy.
Saludos, Ki123.

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jejejeje yo también lo soy un poco… últimamente siento que estoy descansando MUCHO del “yo social” que me imponía el trabajo;;;!! me está sentando que no veas, qué gusto poderlo decir!!!

Gracias de corazón, @RosaMAD :two_hearts: :alien:

Excelente capítulo, como siempre Ki.

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Muchas gracias por leerme, @Ohm :purple_heart:

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