¡Hola, chavales!:
Lo primero de todo, ¿cómo estáis? Yo genial, me ha traído papá Noel una gingivitis este año que no veáis lo bien que lo estoy pasando. Claro que no toda la culpa es del viejo gordo y rojo, sino que lo que ocurre es que en los últimos meses me estoy dejando un poco —bueno, qué coño meses, en los últimos años—, porque estoy bastante deprimido por razones que no vienen al caso ahora. De modo que no sabéis cómo me cuesta levantarme del catre, ducharme y todas esas historias que se supone que uno debe hacer por tener salud, por amor a sí mismo y tal (por supuesto, eso también incluye lavarme los dientes, cosa que, a lo que iba, ya no lo hago mucho. Y de ahí en parte viene la gingivitis navideña de caballo que me gasto).
En fin, no sé, chicos. Sólo espero que, el día seis de enero, los Reyes Magos no sean tan generosos como el viejo. Aunque, con la suerte que tengo, mejor me voy preparando ya para el cólico nefrítico, el ataque al hígado o algo peor. Por elucubrar nada más, digo, puesto que en la cuestión de comer (¡y beber, ja, ja!) tampoco me estoy cuidando demasiado.
“Y por cierto, mamarracho, ¿qué haces con tu vida,a todo esto?” diréis, queridos amigos. Porque tampoco estudio ni trabajo, pero eso vosotros no lo sabéis, ya que no nos conocemos. Pues estar en la mierda, morirme del asco, eso hago. Aparte de eso y ver el gran prix (que lo odio), poco más. “¿Y por qué pasas el día viendo reposiciones de algo que odias?”, os preguntaréis con picardía, pequeños detectives. “¿Acaso eres masoquista?” La respuesta es: sí, bastante. “¿Encuentras algún oscuro placer en torturarte?” También. Aunque por ahora desconozco el mecanismo emocional de dis-funcionamiento en la endemoniada máquina.
¿Sabéis qué? Al principio puse que las causas de mi depresión no venían al caso, pero eso sólo lo dije por escrúpulo y educación,y un poco por hipocresía también. Entendedme, es verdad que no nos conocemos, pero eso no quiere decir que me apetezca amargaros la vida por mucho que esté deseando soltar mi mierda. Optaré por el punto intermedio (en el medio está la virtud, o eso dicen): resumir. Resumiendo, diría que no tengo ni idea de cómo contarles a mis pocos amigos (los de verdad, no vosotros) cómo me siento. A ver, ¿cómo les cuentas a tus amigos que sientes ira, celos, envidia a un nivel que no te deja respirar? ¿Cómo les cuentas a tus amigos que tienes miedo, que estás muerto de tristeza y de asco pero sabes que es por tu propia toxicidad? ¿Cómo les dices quién eres, el tipo de persona que eres considerando lo que te brota de las putas alcantarillas del alma? No sé si alguien ha intentado este deporte de riesgo alguna vez, yo desde luego prefiero la muerte. Entonces, ¿cómo les cuentas a tus amigos que eres humano? No tengo idea, y no quiero hacerlo. Por eso mi tristeza, mi odio, mi rencor, mi vergüenza hacia todo esto (como colofón, por pura lógica) lo amontono, lo mezclo, lo barro bajo la alfombra. Pero no basta con esconderlo para que desaparezca, ¡cosa que ya todos sabíamos, ¿verdad?! Así que procedo a hacer lo siguiente que toca: me lo como, me lo bebo, me lo fumo, y diría que también me lo follo pero desgraciadamente no tengo ánimo para ello. Eso hago con todo el inmenso montón de mierda, el cual, después de tanto mezclarlo y barrerlo, ya no tiene nombre ni forma definida salvo en mi cuerpo. Eso hago, y así estoy. Y ahora, el colmo de la hipocresía de mi parte sería deciros que no hiciérais lo mismo, amigos imaginarios. Pero con qué cara os digo eso, ¿verdad? Aquí en calzoncillos escribiendo desde mi casa, sin ser capaz de dar voz a lo que realmente duele ni siquiera con desconocidos.
Nada. En el fondo me alegro de que no nos conozcamos y de que no me podáis contestar. No sólo porque no me sentiré juzgado, sino porque no soportaría que me vierais por dentro ni que os preocupaseis por mí. No tolero sentir que una buena persona (en caso de que esta entelequia divina exista) se preocupa por mí. Es como si esa persona me diera un regalo, y los regalos tampoco los tolero. No soy capaz de tener entre mis manos algo bonito que no merezco y sé que es para mí. Hipócrita es, de nuevo, desear que a ninguno de vosotros os pase esto; que podáis querer y dejaros querer sin vergüenza, sin miedo y sin el sentimiento de que no lo merecéis porque sólo merecéis basura. Porque la basura solo merece basura.
Creo que ya entendéis mi depresión aunque no os la haya contado. Y eso, amigos, es un logro inmenso de mi parte. Ya me siento mucho mejor. Voy a ver si me tomo un vino para celebrarlo.
A todos vosotros, feliz navidad imaginaria.
Con amor, vuestro colega Nacho.