Algunas veces, en los trabajos que he tenido, me han hecho este test psicológico que se llama “dieciséis personalidades”. Es un coñazo hacerlo (demasiado largo, muchísimas preguntas), y aun así me llama la atención que siempre me sale el mismo resultado: personalidad ENFP —extrovertido, intuitivo, ¿fracasado?, perceptivo—. Lo de “fracasado” es broma; de estas bromas en las que la realidad supera la ficción, sí, pero vamos, es que no me acuerdo de lo que significa la F.
A esta personalidad, para más INRI, la llaman en el test: “El activista”. Qué irónico, pienso, considerando que soy como ese soneto de “érase una persona a un sofá atornillada” (ya sabes: “un sofá superlativo/ un sofá sayón y escriba", etc., etc.). Aunque he de admitir que a veces tengo días torcidos en los que pienso que eso de “el activista” debe de ser verdad. Una amarga verdad.
En esos días torcidos como hoy me suele doler bastante la espalda. Y de pronto ni el sabor del café me arregla la vida. Y me escucho a mí misma sentenciando dentro de mi cabeza cual predicador desfasado dando un discurso (“¿¿Qué queremos?? ¡¡Reconocimiento!! ¿Y cuándo lo queremos? ¡¡Ahora!!”). Es verdaderamente horrible y asqueroso. La bilis ya no rezuma sino que brota a chorro por cada poro de mi piel. Me retuerzo mentalmente por el asco que me doy, que me da en general la especie humana y los cerebros cimentados en el ego y la estupidez. “¡Compañeros de la cárcel: tengo una noticia buena y otra mala! ¿Cuál queréis primero?” “¡La buena! ¡La buena!”. Spoiler: en todas sus variantes, el chiste acaba mal.
ENFP es la personalidad que se atribuye a Jesucristo. Sin embargo yo, en estos días de activismo silente de mierda, soy la niña del exorcista vomitando en escopetazo, con la cabeza dando vueltas tras una sonrisa helada y bajando las escaleras haciendo el puente. “Es culpa del gobierno que me amordaza”, me digo. Qué cosas, yo solita contra un mundo hostil y plagado de hijos de puta. Un poco nazi, ¿no? Qué patético todo.
Abro los ojos. Leo sobre mierdas comerciales y vomito pa’dentro. El grito se ahoga en el segundo o tercer café. Imagino mi vómito verde entrando en el libro Guinness de los Records (porque hago todo esto a lo Reagan sin levantarme del sofá) y el padre Carras echándome de la biblioteca:
—Soy el padre Carras.
—¡Y yo el demonio! —Una característica de los ENFP es que somos muy entusiastas, incluso si se trata de conocer a un cura.
Me levanto dejando a un lado el escombro contemporáneo, beso al gato gordo, me voy con mi camisoncito manchado de pota, flujo vaginal y otras mierdas (¡¡Déjate violar!!) a dar vueltas por la casa, maldiciendo sin decir nada. Estoy encerrada en muy pocos metros cuadrados.
—Señora, su hija no dice que es “un demonio”; dice que es El Demonio mismo.
Miro al gatito (“How did the cat get so fat??”), pobre criatura, tengo que bajar al chino a comprarle sus latas favoritas de despojos (¿humanos?). Entre tanto, me causa risa pensar que tengo un crucifijo metido en el coño, pero es una risa demente porque en el fondo sé que eso no tiene ni puta gracia (duele).
Me voy al baño a cagar mientras me como unos doritos (¡¡Aflójame estas correas!!). Dos placeres juntos y tal vez incompatibles (¡o no!). Me indigesta tanto paréntesis pero lo necesito. Te escribo porque lo necesito, porque soy “el activista” que no sabe gritar. NO TENGO MIEDO. Después de ver malmorir a más de mil ancianos en diversos cementerios de elefantes, después de haberme sentido cómplice de eso ya no me asusta nada.
Culpa, asco, impotencia. Mucho que vomitar. Y no logro decir nada.
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*Fe de erRatas de cloaca sucias y asquerosas ~~(, ,ªª> dos puntos:
-Jesucristo era ISTJ, imbécil.
-La F significa “Feels” (Sentimental).
NOFX - How Did The Cat Get so Fat - Live at Funfunfunfest 2015 Austin Texas (youtube.com)