Salvo que vayamos a escribir sobre algo que conozcamos muy bien, a todos nos pasa lo mismo: tropezamos contra el infranqueable muro de documentar nuestra obra. Ya sea por dar un rigor histórico, aportar ambientación precisa o salvar pequeños errores que cometemos todos. ¿El jefe es un inspector o un teniente? ¿La catedral era gótica o renacentista? ¿Estofado con patatas en la Edad Media? ¿La pistola reglamentaria es de 9mm o de .50 BMG?
Ken Follet dijo en una entrevista que cuenta con un equipo que le da hecho el trabajo. Como yo no tengo presupuesto para ello ni tengo estudios de Historia, comparto mi experiencia sobre el arduo proceso de documentación, por si a alguien le sirve. Agradeceré consejos, también.
1.- EL ENSAYO: Leer, leer y leer. Hay mucho ensayo y obra de divulgación que nos da contexto histórico y mucha bibliografía. También nos puede sorprender con alguna chispa. La idea de mi última novela la tomé de un ensayo sobre la peste negra del Siglo XIV.
2.- LOS ARCHIVOS: Hoy en día muchos están digitalizados y no hace falta ser investigador para acceder a ellos. El Archivo de la Diputación de Toledo me acaba de dar una idea buenísima sobre ciertos personajes del inicio de la Guerra Civil.
3.- EL AMIGO HISTORIADOR: ¿Quién no tiene un amigo que es profesor de Historia? Querrá cobrarse los consejos en cerveza, pero no conviene abusar de él, al igual que un fontanero no trabaja a cambio de las consumiciones. Si es amigo de toda la vida, le podemos pedir que lea el libro antes de su publicación, por si encuentra algún error garrafal. Pero si nos podemos permitir un asesor profesional, es probable que nos llevemos una sorpresa que, una vez publicado, sería tarde enmendar. Como curiosidad, mi padre tiene estudios en biología y me dijo que las palomas no comen insectos, que se alimentan de semillas. Lo que pasa desapercibido para el 99% puede que le fastidie la experiencia a algún avispado lector.
4.- OTRAS NOVELAS: Cuidado. Leer a otros autores para meternos en ambiente está bien. (Leer está bien, en general). Pero no caigamos en el error de “hacer lo mismo que ellos”. Leerme “El nombre de la rosa” me metió en la vida cotidiana de un monasterio, pero no se me ocurriría hacer una novela sobre un monje franciscano que investiga una serie de crímenes utilizando la razón y la observación.
5.- EL CINE: Se toman muchas licencias, pero para describir vestuario o entorno nos puede venir bien alguna película o serie sobre la época que estamos escribiendo. Y hacemos un descanso de la tecla. Pero cuidado, por ejemplo resulta que los templarios iban rapados, y en todas las películas van con el pelo largo.
6.- LA HEMEROTECA: Si nuestra novela está ambientada en los últimos cien años, por decir algo, conviene leer la prensa de la época, no sea que nuestro idílico café romántico en la plaza mayor del pueblo esté ensombrecido por unos disturbios que no sabíamos que habían tenido lugar ese mismo día. O un político a quien situamos en nuestra historia y resulta que ese día estaba dando un mitin en la otra punta del país.
7.- WIKIPEDIA: Hay que tomarse la información de Wikipedia como lo que es: posiblemente manipulada, limitada e imprecisa. Va muy bien para buscar el calibre de un arma, las partes de un arco de piedra o saber cómo narices se escribe “Arnold Schwarzenegger”. Pero para todo lo demás, lo de arriba.
8.- EL CUADERNO: Conviene anotar todo lo que nos vaya interesando. Fechas, acontecimientos o libros que pedir en la biblioteca. Es fácil perderse.
A modo de orientación, escribir una novela ambientada en el Siglo XIV, época de la que apenas sabía nada, me llevó casi un año, y dos o tres más documentarme (aunque iba a ratos, no me lo tomé como un objetivo).
He abierto ese tema para lanzar una pregunta. ¿Cómo os documentáis? Agradeceré aportaciones.