El sol se ponía sobre el río, tiñendo el agua de un rojo intenso. Juan se sentó en la orilla, con los pies colgando sobre la superficie del agua. Miró hacia atrás, hacia la ciudad que había dejado atrás, y se dio cuenta de que no había nada allí para él.
Un viejo pescador se acercó y se sentó a su lado, mirando hacia el río con una expresión serena. ‘No hay que ir para atrás ni para darse impulso’, dijo con voz suave, como si hablara para sí mismo.
Juan asintió, comprendiendo que el viejo tenía razón. No podía cambiar el pasado, ni podía preocuparse por el futuro. Solo podía vivir en el presente, disfrutando del momento.
El viejo pescador se levantó y se alejó, dejando a Juan solo en la orilla del río. Juan se quedó allí, mirando hacia el agua, sintiendo la brisa suave en su cara y escuchando el sonido suave de las olas. No había nada más que hacer que vivir en ese momento, disfrutando de la paz y la tranquilidad.
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Gracias por compartir. Me gustó el concepto, simple y directo.
“Miró hacia atrás, hacia la ciudad que había dejado atrás”.
Atrás aparece dos veces. Podría ser mejor: Miró atrás, hacia la ciudad que había dejado.
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