Semanalmente y siempre de tarde acudía compungida a repartir besos, abrazos y sorbidos, algún apretón de manos, mirada reojista al protagonista y… al ataque.
Podía aspirar a plañidera pero de momento se conformaba con catadora de meriendas en honor del finad@ de turno, todo un arte, hobby, rareza o necesidad… llámese fúnebre oportunismo.