El Vigía: inicio de la futura novela (Borrador) Capítulos I-II

En lo más alto de la torre más oscura
Sin latido observa
Al niño, al adulto y al anciano
En lo más alto de la torre más oscura
Sin latir desde hace quinientos años
La mirada fija en la noche más oscura
La niebla su aliento
La nieve su alfombra
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                         CAPÍTULO 1 
                        LA VENTISCA

LA VILLA DE NAUCAR

El cántaro se deslizó por el abismo de la mesa, chocó, varios pedazos se extendieron por el suelo, el agua vagó libremente por las baldosas. La anciana se levantó de la silla en un lado de la cocina maldiciendo y salió fuera de la sala en busca de la fregona. ¿Dónde estaba ese chiquillo? “es igual que su padre…algún día tendremos un disgusto”- pensó.
La cocina era un lugar oscuro, la humedad había hecho que la madera de las paredes se abombara. Una tenue luz apenas iluminaba el lugar. La anciana limpiaba los restos cuando un estruendo se oyó en otro lugar de la casa, asustada tiró al suelo la fregona, cogió el cuchillo de la encimera y salió por la puerta del pasillo.
El viento atravesaba por el ventanuco abierto del pasillo , aquello hizo que le temblaran las piernas, ese ventanuco debía de estar cerrado, los pelos enmarañados de la anciana se movían en desorden, la bata que llevaba se batía impulsada por aquella ventisca que se colaba por el pasillo mientras avanzaba hacia la puerta del fondo, avanzó poco a poco casi arrastrando sus alpargatas viejas, por la rendija inferior de la puerta del salón entraba una luz, extrañamente intensa, no recordaba haber dejado el candelabro encendido ni creía que aquella luz procediera del mismo. Abrió la puerta y entró al comedor que ahora se encontraba iluminado por la luz del exterior, había humo, se fue despejando poco a poco hasta descubrir en la pared del fondo una gran abertura que no debía estar allí, cruzaba del techo hasta el suelo y tenía el tamaño de un cuarto de la pared, el invierno se colaba por ella. Se escucharon unos pasos metálicos amortiguados por la nieve que pertenecían a la muy temida figura del general Julius el cual entraba en aquel momento por la abertura. Con paso firme cruzó el salón hasta quedarse a escasos metros de la anciana; tenía un aspecto imponente, típico imperial de rango alto (el más alto, de hecho) armadura de color plateado, cubierta de conductos cilíndricos transparentes por los que cruzaba una energía de color rojo y verde neón, la cual confería al usuario de la armadura la velocidad y la fuerza de una bestia.
—¿Qué hace en mi salón un perro imperial?— dijo la anciana
—He sido enviado por el emperador, el vigía ha desaparecido, el tiempo de los portadores de la magia ha llegado a su fin…¿Donde está Erinor anciana?— del casco salió una voz amenazante y autoritaria, la ventisca de nieve con su rugido furioso acompañó la pregunta—si aprecias el poco tiempo que te queda, responde ¿Quién lo está ocultando? ¿cómo es que no lo detecta nuestro radar?
— ¿¡como permite este atropello el vigía!?— grito ella
—De nuevo…los tiempos del Vigía han acabado…el emperador quiere cambiar las cosas, acabar con la magia que ha sido una de las mayores condenas para los habitantes de Zum. ¿¡Donde está el inútil de tu nieto maldita perra!?
La anciana se tocó la espalda donde tenía el cuchillo. Era complicado que atravesara la armadura, pero podía cortar alguno de los conductos del traje imperial
—Aquí no está—“Erinor, estés donde estés no salgas de ahí”
El general se dio la vuelta, su capa ondeaba con fuerza—en vista de que no hallaré respuesta en ti…— Julius levantó una mano para iniciar un gesto pero en ese momento la anciana aprovechó el despiste y saltó encima de él, se agarró al traje, dio un corte horizontal con el cuchillo sobre la goma del tubo que conectaba dos placas de la armadura, pero fue inútil. El general se volvió con fuerza y la anciana se resbaló del traje, Julius la cogió por el costado con su mano derecha enguantada antes de que cayera al suelo. La anciana sentía la fuerza sobrehumana que ejercía el general sobre su costado, no recordaba haber sentido un dolor físico tal; con un movimiento del brazo la lanzó, atravesó el comedor hasta aterrizar contra las estanterías a la izquierda de la puerta del pasillo.
El general se volvió hacia el agujero y camino hasta la nave. La anciana se intentó levantar pero le dolía todo, sentía que aquellas respiraciones que daba serían las últimas, pensó en su nieto Erinor, vio el antiguo Naucar en el que se crió, vio a su hijo morir tras descubrir a los primeros imperiales de Trim rondando por los bosques que colindaban con el pueblo. Otra respiración que conectaba con el dolor de sus costillas. Vio a Erinor de nuevo escapando de casa tras haber tenido una discusión, su nieto Erinor…confiaba en él pero se acercaban tiempos oscuros y tenía que ser fuerte…
“Por favor Vigía, protege a mi pequeño Erinor”— le rezó al vigía mientras se oían una especie de chillidos metálicos acercándose, como si un centenar de cuchillas nerviosas con ganas de sangre rozaran entre si, apareció el origen de aquel sonido que atravesaba el salón acercándose a ella, una esfera negra del tamaño de un puño humano con una linea azul en medio. La esfera se paró a dos metros del suelo y empezó a emitir una luz parpadeante, cada vez más rápido. La anciana intentó moverse cuando comprendió lo que era aquella esfera pero no pudo ni siquiera levantarse. Emitió una luz azulada cegadora que le deslumbró seguida de un sonido agudo que le hizo sangrar los oídos explosionó, todo voló por los aires, la madera de la que se componía la casa de la anciana salió volando desordenadamente y en miles de astillas furiosas, el techo se vino abajo, enterrando a la anciana bajo su casa que ahora se convertiría en su tumba.

— Erinor está muriendo—una lágrima se resbaló por la mejilla de Saly cuando le contaba esto a su madre, sentadas una enfrente de otra separadas por la mesa de la cocina — se agota cada vez que usa la magia…y yo también madre— No podía creer lo que por su boca salía de puro agotamiento mental, no había podido dormir desde que habló con Erinor una semana atrás. Erinor le había confesado que se sentía muy debilitado por sus experimentos con aquella fuerza, tenía la ilusión de poder frenar el desgaste, le habló de los sueños que había tenido desde bien pequeño en los que siempre aparecía la misma persona : Virium ¿Quién sería el tal Virium? sentía como Erinor se había ido alejando los últimos meses, tanto mentalmente como físicamente…Tenían una especie de unión, un vínculo fuerte y extraño, que ahora le empujaba a Saly hacia un lugar que había visto en sus sueños en los pocos ratos en los que había podido conciliar el sueño los últimos días, Rónimar. Allí es donde debía haber ido Erinor, estaba segura…
—¿Qué es lo que quieres decir mi pequeña? ¿Cómo que tú también…magia…?— dijo Sufi llorando, agarró a su hija de la mano, no podía creer lo que acababa de pronunciar— nunca me has hablado de ello mi niña… ¿Saly?
Saly se dio cuenta de que llevaba un rato mirando hacia ninguna parte absorta en sus pensamientos. Fuera, la ventisca golpeaba sin compasión la casa, se escuchaba la madera de las paredes crujir ante su furioso embate. Se irguió sobre la silla, tensa, soltó la mano de su madre
—Si, mama, Erinor y yo llevamos mucho tiempo usando la magia pero ahora no tengo tiempo de explicarte nada más… tengo…tengo que hacer algo mamá, siento que tengo que ayudarle y no poder hacerlo me está matando—gesticuló nerviosa tensando sus brazos— siento la debilidad en mi cuerpo, no he podido comer ni dormir los últimos días
—No puedes hacer nada cariño—le contesto Sufi, se levantó de la silla, llevaba un vestido que llegaba hasta un poco encima de las rodillas, salpicado de lentejuelas plateadas aquí y allá que relucían, hacían juego con los numerosos brazaletes de plata que llevaba en ambos brazos y contraste con su piel morena. Fue hasta su hija, posó una mano en el hombro para confortarla y evitar que se hundiera más en esa tristeza — al igual que su padre, son una familia de soñadores, y como su padre, acabará muerto tarde o temprano—le quitó la mano y se alejó unos pasos dándole la espalda— tu padre se juntaba continuamente con el suyo… mira como acabó todo…aun no he terminado de recuperarme del enorme hueco que ha dejado en esta casa su falta, te pido por favor que no lo hagas mas grande— bajó la cabeza y cruzó los brazos abrazándose— tienes que quedarte conmigo y olvidar a los muertos…a los que ya lo son y a los que lo serán. No se porque naciste con aquella deformidad llamada magia…
—¡Cállate ya mamá!— Saly se levantó enfurecida— ¡¡cállate!!— respirando fuerte con los brazos muy pegados a sus costados. Las palabras de su madre, derrotistas, sin ningún tipo de empatía…cuantas veces se había dejado mermar por ellas ¡pero nunca más! Se volvió hacia su madre— yo no voy a dejar que las cosas sucedan como le sucedieron a mi padre, este lugar es un matadero…—
Escuchó un ruido extraño en el cielo. Se acercó a la ventana.
— Están aquí—dijo Saly. En lo alto del cielo había una nave imperial—están aquí otra vez— Corrió hacia la puerta de la cocina pero su madre la agarró con fuerza.
—¡no!¡no voy a dejar que ocurra de nuevo!— ambas tiraban con fuerza en direcciones opuestas.
— ¡Suéltame!— dijo entre esfuerzos. Su madre la sujetaba con fuerza tirando de su chal azul que se deslizaba poco a poco tirando de sus brazos hacia atrás.
— vas a acabar contigo y acabaras conmigo también— chilló Sufi
El chal terminó de deslizarse y Sufi se quedó con él en las manos mientras Saly salía despavorida por la puerta de la cocina entre gemidos de angustia, cruzó corriendo el pasillo de la entrada y abrió la puerta que giró disparada chocando contra la madera de la pared interior impulsada por la fuerza de la ventisca. Todos los otros sonidos fueron pisados por aquel silbido incesante. Saly fue devuelta a la realidad por el frío que golpeó su cuerpo con violencia, llevaba encima una camisa vieja medio abotonada y unos pantalones de tela desgastada blanca y fina.
Su madre salió por detrás saltando sobre Saly y ambas cayeron sobre la nieve del corral de la entrada. Entre gemidos y con el peso de su madre encima, intentó arrastrarse por el suelo empujando con los brazos, pero fue imposible. Su madre escaló por su camisa y llegó hasta su cara, sintió como su madre apretaba los dientes y gemía por el esfuerzo que ejercía aquel ser invisible que tiraba de ella, el miedo.
—¡Para hija!—
— Es inevitable mamá— ejerció fuerza con su pie izquierdo desnudo , se le había salido la bota al intentar arrastrarse y se le había llevado el calcetín , clavó como pudo sus pequeños dedos del pie en la nieve y ejerció fuerza haciendo caer a su madre hacia un lado, pero seguía agarrada como si la vida de su hija fuera en ello.

— mama…—las palabras se le caían de la boca— mamá no insistas más, no quiero hacer esto— pero lo hizo. Golpeó con su otro pie, el que aun estaba cubierto con una bota el costado de su madre en repetidas ocasiones mientras hacía fuerza con sus dedos clavados en la nieve para intentar deshacerse de ella, la nieve empezaba a cubrirlo todo, los pelos desordenados y húmedos de Saly caían por su rostro , otros se extendían por el lecho blanco , un contraste de rojo y blanco, como ríos de sangre sobre una piel pálida.
Tras recibir varios golpes, Sufi gritó de dolor y soltó a Saly, rendida. Saly se quitó la otra bota y salió corriendo atravesando el corral hasta la calle.
Una explosión en una de las casas de las calles al sur del pueblo hizo que apareciera una ráfaga de viento fuerte que empujo a Saly hacia atrás. Cayó sobre la nieve y se retorció de dolor, vio a su madre detrás agarrándose de las piernas, haciéndose un ovillo y llorando.
— mama— gritó tirada sobre la nieve— mama vuelve a casa— apenas podía hacer que su voz llegara hasta donde estaba su madre, escupió sangre, sentía el labio dolorido por dentro. El ruido de la ventisca era ensordecedor, hacía tiempo que no había una ventisca así en Naucar, algo pasaba con el Vigía, algo muy grave
Su madre no contestó. Saly se levantó como pudo y se acercó cojeando hasta su madre. Intentó moverla pero su madre le dio un golpe con la mano.
—¡¡márchate!!— rugió su madre— eres el vivo reflejo de tu padre y como él acabarás.
Saly sintió una tristeza muy profunda, pero no podía hacer nada más y por supuesto no podía seguir huyendo, a si que se volvió hacia la calle y dejó ahí a su madre. Avanzó con esfuerzo intentando luchar contra su dolor y contra la fuerza que ejercía la ventisca sobre ella. Miró el humo que salía de la calle sur, justo en el lado opuesto de la villa y en su parte más baja. No podía ser…era la casa de la abuela de Erinor. Caminó hundiendo su bota y su pie en la nieve, sentía un dolor terrible en el pie desnudo. Había un callejón más adelante que llevaba a la calle principal que bajaba hacia las calles del sur de Naucar.
Saly avanzó por la nieve arrastrando su dolor y la tristeza de haber visto a su madre así, con el estomago pinzado, con la cabeza a toda marcha llena de pensamientos contradictorios, dudo por un instante pero el vínculo que tenía con Erinor tiraba más fuerte hacia adelante, la nieve se le clavaba hasta las rodillas atravesando el callejón, oía como la ventisca hacía crujir las vallas que rodeaban los corrales a ambos lados, cuando salió a la calle principal que bajaba justo por la mitad de Naucar, dobló a la izquierda, siguió avanzando calle abajo pasando por delante de la tienda de alimentación de Makita justo al lado de la tienda de pócimas de Tarbor y más adelante, la funeraria.
Costaba distinguir más allá de donde daba sus zancadas luchando por avanzar, desesperada, sentía como esa ventisca presionaba cada vez más fuerte, casi como si fuera consciente, como si quisiera impedir que alcanzara la casa de de la abuela de Erinor. Pronto pareció que el mundo había desaparecido.
Llegó a la altura de otro estrecho callejón que descendía entre las casas de Dorin, Kim, Nadia hasta la calle sur justo donde estaba la casa de Rilier haciendo esquina…Rilier, hacía tanto ya de aquellos días en los que Erinor, él y Saly disfrutaban de una infancia feliz…”no es el momento de esto" —lo apartó de su mente. Siguió hacia adelante internándose en el callejón. A la izquierda , dejo atrás la casa de la señora Dorin, oía a un perro ladrar y unos pasos metálicos acercándose
¡BUM!
La madera de la valla salió disparada y cuando Saly quiso mirar hacia el origen de aquella destrucción escuchó un ruido metálico mezclado con el de unas válvulas y sintió un fuerte dolor en el costado justo en el momento en que salía despedida hacia el muro que tenía a su derecha, chocó contra la piedra del muro y no tenía muy claro si el muro es el que le había caído encima, se deslizó hasta el suelo. Más ruidos metálicos acercándose. Totalmente sumisa a aquel dolor y viendo como el mundo se tambaleaba miro hacia la izquierda sin comprender aun muy bien que estaba pasando, vio acercarse a toda velocidad hacia a ella al mismísimo general Julius.
—Vaya vaya… si es una de las ratas portadoras de Naucar…— dijo Julius, el general le hablaba a través del casco con su voz metálica y profunda— te lo diré solo una vez ¿Donde está el portador Erinor?— la ventisca había amainado.
El general se paró ante el despojo de dolor que era ahora mismo Saly. Saly se apoyó contra el muro, sintiendo la fría y rugosa piedra en los dedos de sus manos e intentando ejercer la fuerza suficiente. Se resbaló de nuevo al suelo. Era inútil. No podía hacer nada contra aquel salvaje de metal.
—¡Dime donde está!— levantó a Saly del cuello como si fuera un trapo viejo, agarrándola con violencia con sus manos gigantes de hierro, la empujó contra el muro.
“Él aún no lo sabe”— pensó Saly sin poder respirar agarrándose a las manos del traje del general— No tienes ni idea de lo que estás haciendo— gorgoteó entre escupitajos de sangre que impactaban contra el casco del general.
— ¿Quieres acabar igual que tu padre?— dijo con tono burlón.

Si, golpeaba fuerte.

             CAPÍTULO 2
             LA CIUDAD DE RÓNIMAR

Las brumas que cruzaban por debajo de su cintura, la noche eterna. Por fin tras dos semanas de duro viaje, cruzó el gran arco de piedra de la entrada sur de Rónimar, vigilado por dos grandes estatuas a los lados, dos espectros con armadura de la guardia del Liche el líder de la ciudad. Se desplegaba ante él, dándole la bienvenida, una enorme plaza con un ligero desnivel en el que la fuente central era su punto más alto; rodeaban la plaza típicas casas ronimianas de un piso construidas con madera de los ya extintos bosques que antiguamente daban la vuelta a la ciudad; al ser una proyección de energía almática, una energía de un color azul claro y brillante, el aspecto de las mismas era vaporoso pues estaban pero no, se componían del mismo material que sus habitantes, espectros como ellos. Lo único que las mantenía en pie era la energía central que llegaba de una esfera en lo alto, justo en el centro de la ciudad, era el “sol de Rónimar” . Bajo aquel sol, Erinor pudo vislumbrar el palacio del Liche, la vista desde la plaza era impresionante, el palacio encajaba justo en la forma de la fuente central de la plaza cuando pasabas por el arco, por cuestiones de perspectiva, pero conforme Erinor se acercaba al centro de la plaza, el palacio emergía del fondo, imponente, de piedra negra, con una torre central que llegaba casi hasta la esfera central, donde las nubes giraban alrededor atraídas por fuerzas que no entendía.
Impresionado por el espectáculo y sin saber muy bien por donde empezar a buscar a Virium… bueno, si es cierto que existía, no sabía muy bien lo que pensar sobre aquello que sentía, aquel extraño anhelo tenía que ser real, no podía ser que hubiera soñado con él noche tras noche para que al final no lo fuera.
La plaza estaba abarrotada de espectros que cruzaban desordenadamente en lo que parecía su rutina diaria. Espectros llevando un rutina, viviendo su ¿vida?, día a día, esto era algo que solo había escuchado en las historias que le contaba su padre cuando era pequeño, historias de amor o de aventuras sobre espectros que se habían quedado atrapados entre mundos. Algunos en aquellas historias conseguían convertirse en vivos de nuevo; también contaban aquellas leyendas que algunos habían llegado vivos y quedaron atrapados para siempre. Se acercó a la fuente, de los caños, cinco, salía una especie de líquido verde y brillante. La tenue luz que llegaba de la esfera central no llegaba a iluminar la plaza, el líquido brillante era la única fuente de luz, la bruma que expulsaban los edificios moviéndose con parsimonia, girando y formando remolinos, creaban de esta plaza un hipnótico espectáculo tenebroso, de una belleza que nunca había visto, y es que nunca había viajado más allá de los bosques de Naucar ¿cuantas maravillas más le aguardarían en aquel mundo extraño? ¿Tendría el tiempo suficiente para poder contemplarlas? la magia había hecho estragos en su cuerpo, había abusado de ella durante demasiado tiempo con tal de mejorar sus habilidades. Su onironauta, que es como había denominado a Virium, le había prometido una solución que evitaría que su alma fuera consumida y acabara convertido en una bestia. Tenía que encontrarse con él en una de las tabernas de la ciudad.
No tenía tiempo de seguir admirando aquella belleza, a si que comenzaría por preguntar a alguno de aquellos ajetreados espectros.
Erinor se acercó a uno que cruzaba en aquel momento cerca de él.
-Disculpe
El espectro se paró y miró a Erinor. Tenía un aspecto vaporoso, como todo lo demás en Rónimar, las cuencas de los ojos vacías y desprovisto de piel, se le veían los músculos faciales cuando miró a Erinor
— ¡oh! ¿un humano?— tenía aspecto de haber sido alguien muy distinguido de la alta sociedad, era un poco amanerado en sus formas y en su habla, tenía un bigote fino y largo que terminaba en remolino por ambos lados— disculpe mi sorpresa, señorito, hacía tiempo que no veía a uno de su especie por esta ciudad.
— No me ofende, ya imagino — Erinor pensó en decirle su procedencia, pero tenía que ser cauto; en su largo viaje hacia Rónimar, había escuchado rumores sobre el imperio de Trim y la caza de portadores, era algo difícil concebir que el vigía permitiera algo así, pero quien sabe… aun hoy se sigue hablando de la gran caza de dragones de siglos atrás, la triada hace cosas así de vez en cuando— por lo que veo, no se ven muchos vivos por aquí…y sobre eso… vengo buscando a un vivo como yo.
— ¿Un vivo como usted? Hmmmmm— el espectro se quedó pensativo, bajó un poco la barbilla y la posó sobre su mano — ¡Ah si! se de un conocido que frecuenta las tabernas de Rónimar, me cuenta que de vez en cuando aparece un bardo…¿Cómo se llamaba?..Triium…no…Virttim…
— ¿Virium?
— ¡Si, eso es!—el espectro levantó la mano en signo de celebración por haber encontrado una respuesta satisfactoria para Erinor. Aquel movimiento hizo que la bruma azul que giraba alrededor se desordenara.
— ¿Sabe en que taberna puedo encontrarlo?
— No estoy seguro señorito, mi conocido no me hablo de una taberna en específico, debe ser que se mueve de una a otra según la noche.
— ¿Dónde está la taberna más cercana?— dijo Erinor ceñudo, algo oscuro cruzó por su interior, ya empezaba de nuevo, la compulsión de la magia dio su primer aviso, por ahora, parecía algo que aun podía manejar.
— En el barrio Sureste— levantó una mano indicando a Erinor en la dirección donde se abrían dos calles, una que seguía a la misma altura donde se encontraban, por la parte este y otra que bajaba en rampa y se internaba hacia el norte de la ciudad— tienes que ir por la calle de la derecha, cruzar dos calles, girar a la izquierda y por ahí la verás “La taberna del sudeste”— sonrió— hmm, los espectros no somos muy originales con los nombres, lo se.
—Gracias…hmmm ¿Cómo era su nombre?
— Benibictimiriusiusisutinimipronombris
— eeh mmm— Erinor se quedó con los ojos como platos al escuchar su nombre, no había escuchado un nombre así en su vida, no era algo que creyera poder recordar—vale, gracias.
Benibictimiriusiusisutinimipronombris hizo una reverencia y siguió su camino hacia el oeste de la ciudad. Erinor vio como se alejaba y desaparecía entre las brumas “que raro se mueve” sus pasos no correspondían con su avance, era como si patinara sobre una pista de hielo.
Erinor se volvió y se encaminó hacia la calle que llevaba hacia el barrio este. Al acercarse al cruce escuchó una voz que salía de un pequeño callejón, justo entre las dos primeras casas de ambas calles.
—Hey tu
Erinor paró y miró hacia el callejón, no se veía nada. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al ver la oscuridad tan densa, le pareció a Erinor, que se formaba en aquel callejón. Vale, si quería seguir vivo más le valía correr, y rápido, por la calle a la derecha. Cuando quiso moverse y dar el primer paso, algo ejerció una fuerza brutal sobre su pecho y de un tirón se vio atravesando el espacio que le separaba del callejón y siendo engullido por aquella oscuridad.
Dentro de aquel callejón donde ahora se encontraba, no veía nada, y se le vinieron a la cabeza cientos de situaciones, monstruos y pesadillas que podrían estar haciendo esto. Intentó moverse, sin ver nada, pero no consiguió librarse de aquella fuerza que le apresaba; se zarandeaba y por más que lo intentaba no podía hacer nada…solo se le ocurría…no, no podía recurrir a eso pero…¿Qué lo mataría antes? ¿La magia o aquello… lo que fuera que lo retenía ahí? Se concentró en su mano y sintió como su corazón comenzaba a arder y como ese calor, ese fuego interno se le escapaba por los dedos, de repente y producto de una llama que salía de las yemas de sus dedos y se juntaba justo encima, todo se iluminó; enfrente de él había unas cajas de madera y encima, sentado y con las piernas colgando, una figura vestida de negro, delgada, larga, con un sombrero de doble pico con una pluma en la parte frontal; no podía verle el rostro pues tenía aquel sombrero un poco inclinado hacia adelante. Por los lados le caía un abrigo negro ajustado a su figura en su parte central, los pantalones eran de color rojo con los bordes blancos. Aquella figura se levantó sobre la caja, en el cinturón, amarrado con una cuerda, llevaba una especie de cuaderno negro con los bordes rojos, por detrás sobresalía lo que parecía ser un arpa, o al menos eso parecía desde donde veía Erinor.
— No tienes el mejor aspecto muchacho— le dijo el desconocido— me parece que eso— apuntó con el dedo hacia el fuego de su mano— te va a hacer mas daño a ti que a mi— Levantó la cabeza y apareció debajo del sombrero un rostro bello y alargado de facciones duras, se volvió a mirar hacia la derecha y a Erinor le pareció que tenía forma de luna naciente. Sin duda era él.
— ¡Virium!- exclamó Erinor con una alegría creciente que calmó todo su cuerpo, por fin, era real, era él.
— Erinor querido…que mal aspecto tienes en la vigía, casi pareces autóctono de esta ciudad— dijo sonriendo.
— no puedo creerlo— se miró el cuerpo e intento zarandearse de nuevo
— ah si— Virium movió una mano y Erinor se sintió liberado de aquellas ataduras invisibles, cayó los dos palmos que le separaban del suelo.
— Puedes…
— Usar la magia— dijo Virium levantando la cara sonriente y orgulloso— bueno, no es exactamente la misma que se usa en este Zum—saltó de la caja al suelo y se acercó a Erinor
— ¿Cómo?
— son muchas cosas que tengo que contarte Erinor—abrió los brazos mientras terminaba de acercarse y le dio un caluroso abrazo a Erinor, el de un viejo amigo que hacía mucho tiempo que no veía, aunque no fuera del todo así, así lo sintió Erinor— ¿Cómo estas…? ¿Cómo lo llamabas? Hmmm ¿onironauta?
— confuso, así es como estoy, cansado por el largo viaje que he hecho desde Naucar— irritable también se sentía, lo que le solía ocurrir cuando usaba la magia últimamente.
— Me alojo en una posada cerca de este barrio
— quiero respuestas— aquella irritación comenzaba a sentirse como rabia, la oscuridad que antes le había dado un aviso empezaba a crecer dentro de su interior “otra vez no”— pensó, pero ya era imparable.
Virium lo miró con cara de preocupación, también con cara de saber lo que le estaba pasando— primero deberías descansar.
— ¡no!— Erinor comenzó a enfurecerse y perder la paciencia, sintió de nuevo el fuego despertarse en sus órganos—no sabes lo que he tenido que pasar para llegar hasta aquí, he dejado atrás toda mi vida; me prometiste una solución para este mal que me aqueja, por lo que veo, tu debiste encontrar la solución porque usas la magia y te quedas tan pancho.
— Si, tengo una solución, pero no creo que sea la que esperas, y luego te voy a hablar de ella, pero primero tenemos que visitar un sitio que nos dará una solución temporal, para poder ir trabajando.
—¡dímelo! ¡dime lo que ando buscando!
– Deberás esperar— ceñudo
La mano de Erinor se encendió de nuevo, pero esta vez una llamarada comenzó a salir de ella y la dirigió hacia Virium, cuando el fuego llegó hasta donde estaba, él había desaparecido. La llamarada dio a parar contra la caja donde había estado sentado antes el onironauta,y comenzó a arder junto con el resto de cajas que había en el callejón. Al ver esto, Erinor se asustó y el fuego cesó.
Sintió su cabeza a mil por hora, pensando en el fatal destino que se hacía presente en su aspecto físico, en terminar con esto cuanto antes, no le gustaba tener que ver nada con nadie, ni que se alargara una situación que el consideraba sin sentido.
“No puede ser” “¿Que es lo que he hecho?” “Virium es mi bote salvavidas y lo he estropeado” Había hecho huir al único ser que le había intentado ayudar todos estos años ¿Dónde había ido? Debía apartarlo de su mente…otra vez no…ya estaba aquí, la oscuridad de su interior se había desbordado y avanzaba frenética apoderándose de todos sus órganos. Salió del callejón. Se sentía culpable por haber usado de nuevo la magia, sabía que le estaba matando pero no podía controlarlo, era como respirar, se había convertido en algo inconsciente, las consecuencias eran cada vez más graves, sentía su cuerpo pesado y débil, no había podido descansar desde que salió de Naucar. Su cabeza era un sin parar, un castigo constante, cada paso que daba su mente lo usaba para castigarle; además, sentía la violencia e imaginaba los peores castigos contra las personas y el mundo en el que vivía, esa era la parte de él que la magia había consumido, su alma cada vez se acercaba mas hacia una polaridad negativa,era el castigo por usar la magia desde bien pequeño, ahora, ya en la edad adulta, todo se había tornado una pesadilla.
Esta ciudad también lo era. Fuera del callejón, notó como aquella luz de tono azuloso que inundaba toda la ciudad se le comía por dentro, le dolía todo, sentía que le miraban y juzgaban negativamente todo aquel que pasaba. ¿Por qué había sido tan impulsivo antes en el callejón? Siempre lo fastidiaba todo por culpa de su maldita lengua. Caminó por la calle a la derecha, la que bajaba; esta zona se internaba por debajo de un puente haciendo una curva hacia la izquierda, a los dos lados las casas se elevaban poco a poco encima de los dos muros laterales de piedra; luego una recta, algunas rampas para subir a los barrios a izquierda y derecha. El siguió recto por debajo del puente, sintiéndose perdido. Tenía frio. Otro puente encima de él y mas allá, al final de la recta veía un túnel que debía comunicar con la otra mitad de la ciudad. La esfera silenciosa iluminaba todo desde arriba, Erinor sentía como le observaba, sentía que iba a caer sobre la ciudad e imaginó como rodaba destruyendo los edificios a su paso y como le aplastaba sin remedio. No pudo seguir caminando, todo se empezaba a oscurecer; se sentía solo, en mitad de un mundo que no comprendía y una vida que se agotaba, se sentía en el centro de ese mundo.
Mas oscuridad
Sentía los parpados pesados
Las piernas empezaban a fallarle y sentía sus rodillas erráticas
Todo temblaba
El suelo se acercó a su cara

Un detalle importante: la fregona. Me sacó del texto por completo. Las fregonas son un invento muy moderno. Ojo con eso.