En Burgos hasta las piedras son Nacionales I (política española, lésbico, romanticismo, erotismo)

Soy Candela, una chica catalana de 26 años. Soy más bien bajita (mido 1,60), delgada y de tez blanca. Tengo el cabello largo lacio y castaño y siempre recogido con una coleta, los ojos marrones, los labios carnosos y llevo gafas. Soy muy femenina pero muy sencilla y discreta en mi manera de vestir. No me gusta el maquillaje, y odio la vulgaridad y enseñar carne. En cuanto a mi personalidad, soy muy introvertida, solitaria y tímida, obviamente mi autismo influye mucho en ello. Soy bisexual con preferencia a las mujeres.

Es principios de octubre. Me he cogido todo un mes de vacaciones que tenía acumulado en mi trabajo y, a través de una agencia, he podido permitirme reservar una escapada de una semana por Castilla y León, uno de estos packs económicos de viaje que incluye alojamientos en uno o varios hoteles u hostales, comidas, excursiones, transporte, etc. y en los que siempre vas con un grupo de gente.

Siempre me ha llamado mucho la atención el norte de España, tal vez más que el sur. Su clima, su historia, la gran cantidad de monumentos… En mi opinión, poco o nada que envidiar al sur. Con el tiempo, me he vuelto una obsesionada con visitar iglesias, basílicas, catedrales, museos con esculturas religiosas… Así como también con la religión, la historia (sobre todo medieval) y el arte. Es uno de mis intereses restringidos de persona autista. Cuando empiezas a adentrarte, te das cuenta de la gran importancia de la religión como base de nuestra historia y de nuestra cultura. Por muy atea que llegue a ser la sociedad, este hecho es innegable.

El primer día salimos en autocar de la Estació del Nord de Barcelona rumbo a las profundidades de Castilla la Vieja. Primera parada, Ávila. Segunda parada, Segovia y su impresionante acueducto romano. Tercera parada, Soria. En todas las pequeñas ciudades, magníficas catedrales y museos. Cuarta parada… ¡Burgos!

Es ya el tercer día del viaje. Antes de llegar a Burgos, paramos en el municipio de Quintanilla de Vivar, en especial en la pedanía de Vivar del Cid, el lugar de nacimiento de uno de los más memorables héroes de la historia medieval del país, el contexto de la Reconquista: Rodrigo Díaz de Vivar, apodado como «El Cid Campeador». Una vez en Burgos, nos alojamos al hostal que nos corresponde y visitamos la catedral. Realmente espectacular ya una vez entrar en ella, donde se encuentra la sepultura del Cid, seguida de sus capillas, ya sea con retablos representando episodios bíblicos o vidas y martirios de santos o con figuras de Jesucristo en diferentes momentos de su vida con María, San José, sus discípulos y demás personajes bíblicos, de vírgenes, de santos y de ángeles, el maravilloso coro y las escaleras decorativas. Toda una belleza para mis ojos, todo un goce para mis insaciables ansias de conocimiento.

Al mediodía, vamos a comer al hostal. Después tenemos la tarde libre para visitar más lugares de interés por nuestra cuenta. Cada uno se va por su lado. Yo decido darme una vuelta por la ciudad y visitar el museo. Sus esculturas religiosas románicas, góticas, renacentistas y barrocas de talla policromada o de mármol, sus retablos, tabernáculos y cuadros con escenas bíblicas, sus demás reliquias… Necesito saber el significado de todo lo que veo. Sé lo que significan casi todas las representaciones, aunque algunas no y me veo con la necesidad de buscar información con el teléfono móvil. Tanto es así, que me quedo sin batería. Entre una cosa y la hora, me paso unas cuatro horas visitando el museo. No me puedo ir sin visitarlo todo ni, sobre todo, sin saber lo que significa todo lo que veo. Es una especie de obsesión que tengo. Hasta que, sin darme cuenta, ya ha anochecido y son los seguratas los que me tienen que empezar a «echar» del museo porque ya es la hora de cerrar. Yo acabando de visitar el museo y los trabajadores y seguratas del museo detrás de mí. Escucho algunas risitas, han debido de alucinar conmigo y de mi extraña y maniática manera de visitar el museo. ¡Qué agobio y qué vergüenza, joder! No es la primera ni la segunda vez que me sucede eso en un museo. Por suerte, es justamente cuando cierran cuando termino de mirarlo todo a lujo de detalles.

Es negra noche. Como todos nos hemos ido por nuestra cuenta, me encuentro sola. Voy a darme una vuelta larga. Me he perdido por Burgos. Sin saber cómo ni por qué, he ido a parar a las afueras de la pequeña ciudad. Es muy tarde. Y muy oscuro. Me he quedado sin batería en el móvil. Tengo frío. No llevo nada más ni nada menos que una camiseta rosa de manga corta, una falda tejana azul pastel hasta las rodillas, unas sandalias negras de plataforma y un pequeño bolso marrón claro con el monedero y el teléfono dentro. Me desespero y empiezo a sentir ansiedad.

Apenas se vislumbra un chispa de luz más allá del alumbrado público y no se escucha un solo decibelio hasta que me acerco a una finca con una casa de dos plantas y de fachada antigua rodeada de un vasto terreno repartido entre campos de cultivo y una granja. Puedo escuchar de fondo sonidos de animales. A través de las ventanas protegidas con enrejados, puedo ver cómo están casi todas las luces de la casa encendidas. Mi olfato se activa. Empiezo a sentir un delicioso olor a caldo de jamón serrano, a huevos fritos a carne de ternera y de cerdo, por lo que deduzco que están cocinando y comiendo en abundancia. No he merendado nada y siento vacío el estómago. Se me hace la boca agua. Conforme me acerco, escucho con más intensidad los ladridos de un perro y un televisor encendido de fondo y una gruesa voz femenina riendo a carcajadas y hablando por teléfono a grito pelado.

–Tía, ayer fui a aquella tienda de la que te hablé y quise comprarme unos sujetadores en forma de top y unas bragas en forma de culotte. Joder, no pude comprar nada, porque lo que hay, gorda como soy y con las tetazas y el culazo que me gasto, es que lo reviento al estrenarlo de lo pequeño que es.

–¡Sí, sí! El mercadillo dominical es un buen sitio donde se puede encontrar con más facilidad ropa interior de todas las tallas y hecha en España, nada de los chinos ni demás multinacionales globalistas.

Y continúan hablando de trivialidades.

–Buah, es que me tienen hasta el gorro los putos pijos de los vecinos, todo el día quejándose! ¡Que si vivo en sociedad, que si hago ruido, que deje de poner himnos «fiscistis» –pronuncia esta palabra de este modo y en tono de burla– a tope de volumen, que si me ponga cascos, que si baje la voz cuando me cabreo y hablo sola o cuando hablo por teléfono, que si mi Franco ladra muy fuerte… ¡Pues no me sale del coño! Mi voz y mi sentido del oído son los que son y no los pienso cambiar por nadie y no pienso vivir en silencio, y menos por ellos. Yo también tengo que soportar su música trapera y reggaetonera de mierda mientras intento descansar y dormirme, currando sin parar como curro y estudiando sin parar a distancia como estudio, algo que dudo mucho que hagan ellos. Yo llevo viviendo aquí toda la vida y además en una casa de mi propiedad, ellos unos pocos años. ¡Que no me vengan poniendo normas los señoritos estos de barrio rico del centro de Madrid!

Esta mujer tiene un tono de voz fuerte, grave y rudo. Se escucha también el ruido de platos y cubiertos y de pasos arriba y abajo a taconeo limpio y, de fondo, un televisor con el volumen bastante alto con las noticias puestas. Concretamente, entre el barullo, logro entender algunas noticias: robos a mano armada en el centro de Barcelona, la situación del «procés» de independencia de Cataluña y manifestaciones en apoyo a los presos de ETA.

Escucho esa voz, gritando con desdén mientras habla por teléfono:

–Perdona, tía, perdona… Estoy con la televisión puesta con las noticias. Por una vez que la enciendo, porque paso con la mierda que dan, ya que todo es telebasura actualmente… ¿Lo oyes, no, lo que dicen? Exacto, eso mismo, veo que estás enterada tú también. ¡Menudos hijos de la gran puta! ¡Es que debería resurgir otro Franco! ¡O, todavía mejor, deberíamos volver a los tiempos de Don Pelayo, del Cid y de las Cruzadas! Bueno, el Alzamiento también fue una Cruzada. ¡Otro Alzamiento deberíamos tener, hostia puta!

Acto seguido escucho un fuerte golpe, lo que interpreto que puede ser un golpe de puño propinado por ella misma en una mesa o pared, fruto de la ira.

–¡Todo gracias al Perro Sánchez de los cojones y a los gobiernos de mierda que hemos tenido pasada la Transición! ¡Esto con nuestro Caudillo no pasaba! ¡José Antonio o Franco levantaran cabeza… Sí, sí, sí, tía… Y tanto, y tanto… ¡Yo entraría al Congreso de los Diputados y la liaría muy parda con todos los desgraciados que tenemos en el Gobierno dentro! ¿Cómo? ¿A lo Tejero? ¡Qué coño a lo Tejero! ¡Si fue un completo fracaso, por Dios! ¡Liarla más gorda aún, tía! ¿Cómo? ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Hostia, me lo has quitado de la boca! ¡Qué genia eres! ¡Totalmente! ¡Me haría con el poder y sería la Caudilla de España por la Gracia de Dios! ¡Se van a cagar por las patas las Charos feministas! ¡Bien que aprenderían de empoderamiento puro y duro, no sus chiringuitos y demás mierdas victimistas en las que basan su empoderamiento, que muy odiahombres y lesbianas pero luego bien que se arriman al primer maromo con dinero que les regala un poco los oídos… ¡Menudas lagartas! Tanto ellas como los guarros izquierdosos mucho que se llenan la boca de igualdad de género, de clase obrera y demás, pero bien que pretendan fardar de intelectuales con sus putos humitos subidos de titulitis y clasismo. ¡Después salen al mundo y la vida les pega unas hostias a mano abierta que salen escaldados! Se nota que en sus puñeteras vidas han doblado el lomo a trabajar ni incluso hincado los codos a estudiar de verdad como yo he tenido que hacer para salir adelante sola desde los quince años, a raíz de lo que les hicieron a mis padres… ¡Valientes hijos de puta asesinos, la ETA…! ¡Qué ansias de revancha tengo!

Puedo escuchar como propina otro sonoro golpe, fruto de la ira. Escuchando esta parte de la conversación, logro entender la razón por la que esta mujer es como es y piensa como piensa

Y continúa conversando por teléfono con su amiga en unos términos violentos sobre lo que haría contra el gobierno actual y todos los partidos izquierdistas, contra grupos extra parlamentarios antifascistas, comunistas y anarquistas, también contra los partidos derechistas liberal capitalistas globalistas (Vox incluido), contra la «masónica, corrupta y antiespañola» monarquía actual de los Borbones y que viva los Reyes Católicos y Don Carlos, el único Borbón decente, según ella. Conociendo bastante la ideologías falangista y franquista (sobre todo a inicios de la dictadura, antes de abrir España al mundo transcurrida la Segunda Guerra Mundial, claro está), entiendo que deteste la derecha del sistema tanto como la izquierda. Después se pone a hablar de que hoy mismo empieza a hacer vacaciones de quince días y como ha transcurrido su semana haciendo trabajos como labrar las tierras, dar de comer a los animales de la granja, ordeñar vacas, ir de caza, de pesca, reparar maquinaria estropeada… Y de que viva la autarquía. Por lo que logro deducir, esta mujer trabaja en los campos de cultivo y en la granja de esta finca. No es por decir, pero, por lo que escucho, se trata de una mujer de carácter fuerte y muy hecha y derecha.

Llevo unos cinco minutos escondida en un rincón escuchando con interés su conversación telefónica. Suena muy convincente con sus ideas. Sin todavía haberla visto, solo habiéndola escuchado, hay algo que me engancha en esa mujer. Tal vez por esa noble intención que tengo de hallar el dolor y un fondo sensible en una persona enfadada con el mundo y aparentemente tan ruda y al mismo tiempo ese interés morboso hacia todo lo que huele a fascistoide. Hasta que de repente, siento un estirón en mi cabello, concretamente en mi coleta. Me doy un susto de muerte. Volteo la cabeza y veo a un hombre y a una mujer con pintas de drogadictos rodeándome, cuchillo en mano.

–¡Danos todo el dinero, tarjetas de crédito y objetos de valor que tengas! ¡YA!! –me grita al oído el hombre, mientras me tapa la boca con una mano– si no, tendrás tu castigo, ¡niñata!

Con la misma mano que me ha tapado la boca, me agarra fuertemente de mis delicadas muñecas, mientras que con la otra sostiene un cuchillo y unas bridas en una mano. Acto seguido, me pone la zancadilla, caigo al suelo de rodillas y empieza a atarme las muñecas y tobillos con las bridas.
Empiezo a llorar y a gritar, oponiendo resistencia.

–¡AAAAHHH! ¡AYUDA, POR FAVOR! –grito con todas mis fuerzas.

De repente, siento una mano tapando mi boca con violencia y un frío cuchillo amenazador delante de mi cuello.

–Cierra la boca, zorra –me dice la mujer drogadicta en un tono de ultratumba.

Entonces, un silencio sepulcral reina en la finca, pero en cuestión de segundos, escucho unos rápidos taconeos descendiendo unas escaleras hasta que, de repente, se abre la puerta, junto con muchas luces de la fachada.

Entre las luces de la calle, vislumbro la voluptuosa figura de la mujer cuya conversación he estado escuchando muy atentamente dirigiéndose al lugar donde me encuentro retenida. Es realmente alta (le pondría algo más de 1,85, aunque con el calzado que lleva, más de 1,90), gordita y bien proporcionada, de piel muy blanca y de cabello negro azabache natural, una lacia y bravía melena larga que quita el sentido. Tiene un precioso rostro de facciones toscas, con unas mejillas bien mofletonas y sonrojadas, unos ojos café oscuro achinados y lleva gafas.

–¡Eh! ¿Quién anda ahí? –grita, porra extensible en mano y con semblante de perdonavidas.

A juzgar por la edad, la situaría en la treintena. Estoy realmente alucinando con el atractivo y tan conocido atuendo que viste: una boina roja, una camisa azul con un yugo y unas flechas bordados en rojo, una insignia de la bandera blanca con las aspas rojas de Borgoña y unas condecoraciones plateadas de la Legión Española y de las cruces de las Órdenes de Malta, del Temple, del Santo Sepulcro, de Santiago y de Calatrava, una falda negra larga hasta las rodillas con un cinturón negro bien grande, ancho y con una gruesa hebilla, un cinturón que podría ser perfectamente de hombre y que ciñe la prenda a las abundantes carnes de su hermoso cuerpo al mismo tiempo que sostiene una pequeña pistola de caza y una porra extensible en su cintura, y unas botas negras altas de cuero, plataforma y tacón ancho. Una estética, a mis ojos, paramilitar y sexy al mismo tiempo. Exactamente la misma que la de las mujeres de la Sección Femenina de Falange. Aunque en actitud todo lo contrario a los valores del siglo pasado en cuanto a la mujer y a lo que siempre he escuchado hablar sobre la Sección Femenina y sobre las mujeres de esa cuerda política todavía hoy en día. De mujer sumisa, CERO al cubo. No es por decir, pero absolutamente NADA que envidiar a las feministas actuales. ¡Cielo Santo, qué mujer! ¡Menuda amazona! Exactamente mi concretísimo prototipo de mujer… Con lo que me cuesta encontrar a una mujer tal y como me atraen. ¿Estoy soñando?

Transcurridos unos segundos, se percata del panorama y, porra abierta en mano, se abalanza contra mis agresores.

–¡COBARDES HIJOS DE PUTA! ¿De qué coño vais? ¡Dejadla en paz, YA! –grita, furiosa. Inmediatamente, se dirige al hombre, que continúa atándome con las bridas, al que golpea con la porra.

Acto seguido, le propina una fuerte patada en la entrepierna con una de sus botazas negras de plataforma y taconazo hasta que el hombre suelta un fuerte grito y cae al suelo.

–¡AAAAHHH! ¡Zorra fascista, hija de puta! ¡Esto no se va a quedar así! –grita el hombre, retorciéndose en el suelo de dolor en la entrepierna.

–¡Así aprenderás, por mariconazo y poco hombre! –grita ella misma– ¡Ahora levántate y camina, a ver si hay huevos, nunca mejor dicho! ¡Levántate si no quieres que te pasee a rastras por todo Burgos agarrándote de los huevos! ¡VENGA! ¡Que no tengo toda la noche para esperar! –grita furiosa.

Acto seguido, se abalanza a la mujer.

–¡Quita tus asquerosas manos de encima de la chica, zorra psicópata farlopera! –grita al al oído de la mujer que me está hiriendo el cuello con un cuchillo, cogiéndola bien fuerte del cuello con sus manazas y ahogándola, hasta que la empuja y, una vez cae al suelo, la golpea con la porra y la patea con sus botazas de plataforma a taconazo limpio.

El hombre logra levantarse y se acerca intentando abalanzarse a ella para agredirla a puñetazos.

–¡Eh! ¿Qué te crees que haces? ¡Las manos quietas, nenaza! –responde ella iracundamente y acto seguido le propina un puñetazo en la mejilla y un fuerte porrazo en la espalda.

La mujer drogadicta que me ha agredido arranca a correr a duras penas y el hombre va tras ella con todavía más dificultad.

–¡Puta zorra de mierda! –grita el hombre.

–¡Esto no se va a quedar así, puta ballena! –grita la mujer drogadicta.

–¡Uy, sí! ¡Qué miedo que tengo! ¡Mirad como tiemblo! ¡No sabéis con quién habéis dado! ¡Solo sabéis cacarear, cobardes! ¡Hahahaha! ¡¡Menudo espectáculo! ¡Sobre todo tú, tío! ¡Sí, corre, corre! ¡Intenta correr ahora! ¡A ver si te quedas sin descendencia, hijo de puta! –grita, burlándose con desdén– Conmigo aquí a escoria como vosotros no os va a faltar calle para correr, no! Esto es lo que tiene atacar a alguien más débil que no os ha hecho nada… ¡Cobardes hijos de puta! ¡A falta de acción por parte de la mierda de Fuerzas de Seguridad que tenemos actualmente, debo tomarme la justicia por mis propias manos!

Me encuentro todavía sentada en el suelo, temblando del frío y del miedo, con la frente empapada en sudor frío, llorando del dolor, paralizada del impacto, sangrando por las rodillas y por el cuello del corte que me ha hecho la mala pécora drogadicta y todavía atada con las bridas. De repente, mi bella heroína se acerca rápidamente a mí, se agacha, me toma de las muñecas y después de los tobillos y, sin necesidad de ningún utensilio y haciendo fuerza con sus grandes manos, logra desasirme de las bridas en cuestión de segundos. Tiene una fuerza descomunal esta mujer.

Una vez librada de las bridas, me toma de las dos manos y me ayuda a levantarme del suelo. Una vez de pie, me abraza, a lo que yo, sin duda alguna, le correspondo. Me encuentro llorando entre sus brazos y con la cabeza casi tocando sus grandes pechos.

–¡Ya está, ya está… Calma, calma… –me dice, en un tono esta vez suave, mientras me acaricia la espalda y me besa la frente– Son unos hijos de puta desalmados.

–¡Te agradezco muchísimo, de veras! Si no hubiera sido por ti… No sé qué me hubiese pasado… Aunque lamento… Lamento haberte metido en líos con esta gentuza –le digo, temblando, entre lágrimas y con la respiración agitada.

–No te preocupes, de veras. No me has metido en ningún lío. Estoy más que curtida y muy hecha a estas situaciones. Se lo han buscado a pulso y se lo merecen los muy desgraciados. ¡Así aprenderán! He hecho lo que debo hacer como patriota de bien. Defender al pueblo y limpiar nuestra sociedad de escoria. Ante la inacción policial, lo considero mi loable deber –me responde, mirándome fijamente a los ojos.

Yo estoy en silencio, mirándola a sus preciosos ojos achinados detrás de sus grandes gafas rectangulares y negras y sin saber bien qué responder. Su largo cabello negro azabache… Es tan y tan hermosa…

La miro sonriendo tímidamente, sin saber bien qué decir. En un instante dado, siento como me toma de mi fría y delicada mano derecha y la pone entre sus dos manazas para templármela.

–¡Qué fría estás, chica! ¡Estás destemplada! ¡Qué manos más heladas tienes! –me dice– Es que además tienes cara de frío y el cuerpo destemplado por lo que he notado al abrazarte. Vas muy desabrigada para andar por Burgos ya en estas fechas ¿No eres de por aquí, ¿verdad? –me pregunta con interés.

–No. Soy… Soy catalana –digo con algo de dificultad por temor a su reacción al saber que soy catalana– Estoy… De escapada por Castilla y León… Me he perdido… Quiero regresar al hostal… Que no recuerdo ni el nombre… –le digo, todavía temblando y ansiosa.

–A ver. En primer lugar, mantén la calma. Ya está, estamos tú y yo, no temas –me dice, acariciándome suavemente la mano.

–Es que he pasado tan mal rato… Nunca me había pasado algo así… No estoy hecha a esas cosas… No soy como tú… No sé cómo defenderme… Es que… Quiero regresar al hostal y quiero… –le digo, ansiosa y temblando sin cesar.

Me toma la mano y me la acaricia, al mismo tiempo que el cabello con su otra mano

–A ver. Inspira…

–Inspiro…

–Espira…

–Espiro…

Y así unas cuantas veces hasta que consigo recuperar la calma. Su rostro. Su mirada. Su bravía y larga cabellera negra azabache, brillando a la luz de las farolas y de la luna llena. Sus grandes pechos despuntando por debajo de su camisa azul. Su profunda voz calmándome, esta vez en un tono suave y discretamente sensual. La mera contemplación de su belleza provoca en mí que en un instante dado me palpite el corazón, un ligero escalofrío y un cálido brillo de ojos y rubor de mejillas.

Ella misma reanuda la conversación.

–Ya lo pensé que eras catalana. Tienes un acento muy catalufo, con perdón –me responde ella misma– No tengo ningún problema con vosotros ni con el catalán. Todo lo contrario. Es más, los catalanes sois tan españoles como nosotros los castellanos, los andaluces… El problema lo tengo con los separatas, que es diferente.

–Hmmm… No… No soy independentista…

Balbuceo un poco. Realmente no sé qué más responderle. Nunca he tratado con una persona de su ideología ni con unas circunstancias duras como las suyas, por lo que he podido escuchar mientras conversaba por teléfono. No sé bien cómo responder a sus afirmaciones relacionadas con posicionamientos políticos y considero que debo de ir con sumo cuidado.

–Por cierto, ¿cómo te llamas? –me pregunta, rompiendo el incómodo silencio.

–C… Candela. Me… Me llamo Candela. ¿Tú?

– ¡Qué nombre más precioso tienes! Por lo que sé, es un nombre latino que tiene origen en el episodio bíblico de la Candelaria y significa «luz».

–Sí, sí. La celebración de los cuarenta días posteriores a la Natividad y de la presentación de Jesús al Templo.

–¡Así es! ¡Cómo sabes sobre el tema!

–Sí, soy una apasionada de estas cosas.

Me mira, asintiendo con una sonrisa.

–Por cierto, yo me llamo Guiomar. Mucho gusto.

–El gusto es mío. Guiomar… ¡Qué nombre más precioso! Recuerdo haber leído este nombre en una lectura obligatoria en la ESO, una preciosa novela llamada Cordeluna, que, por cierto, me encantó. Una maldición que conecta una historia de amor en tiempos de la Edad Media con otra de nuestra época.

–Muchas gracias. ¡Sí! También la leí yo cuando era adolescente. Una historia de amor entre un caballero y una dama en los gloriosos tiempos del Cid. Cordeluna, la espada maldita. Es un nombre de raíz germana que significa «famosa en el combate». Casualmente, un nombre que define mucho mi personalidad –me responde.

–Sí, un nombre de mujer guerrera –asiento yo, con un fino hilo de voz y ruborizada.

–Exactamente. ¡Guerrera por la justicia, el pan, la patria y una España grande y libre! –exclama Guiomar, en un tono aguerrido.

No sé qué responder. Continúa hablando.

–Tan joven como eres, me sorprende mucho que no hayas tenido ninguna reacción negativa o no me hayas mirado extraño al ver mi atuendo. Sabes lo qué significa todo eso y entiendes de política, ¿verdad? –dice Guiomar, pasando su mano por la camisa azul, las insignias y los pins.

–Sí, sí que lo sé. Claro que lo sé y que tengo idea de política. Pero no me importa, de veras.

–¿Qué edad tienes por cierto?

–Tengo 26 años. ¿Tú?

–Yo 35. Te hacía más jovencita.

–Sí, todo el mundo me hace más joven. No sé… –sonrío tímidamente– En cambio yo ya te ponía más o menos 35.

–Sí, ya no estoy tan joven yo… En fin.¿Quieres que te acompañe al hostal? Conozco todos los hostales de aquí. O… Bueno, aunque sea de noche, es pronto aún –se levanta el dobladillo de la manga izquierda y mira su reloj de muñeca– Son solo las nueve. Te invito a pasar a mi casa un rato y después te acompaño al hostal –me dice, mientras me tiende la mano, y me la toma.

–¿De veras no te importa? –pregunto, comedida, mientras caminamos de la mano dirigiéndonos a su finca.

–¡Descuida! Vivo sola –toma las llaves, abre la puerta y entramos– Pasa, pasa, que no como a nadie… Bueno, a menos que se lo merezca, como ese par de escoria… Pero en general, no como a nadie, al contrario de lo que juzgan muchos que me conocen de vista solo por mis ideas y mis pintas. Eres bien recibida en mi casa –dice Guiomar, sonriendo.