Estábamos atrapados en el aula 201, y esa voz seguía resonando en nuestras cabezas: “Solo podrán salir si encuentran la verdad.”
Sofía recogió el diario y encontró una página importante: “El director no quiere que nadie sepa… me dijeron que guardara silencio”
El reloj del aula se movió al revés, como si el tiempo quisiera regresar a 1994.
Escribí en la pizarra: “Daniel, estamos aquí para ayudarte, dinos q debemos hacer.” Y en ese momento, la tiza se movió sola y escribió: “Revela mi historia. Busca en el despacho del director.”
En la oficina del director, encontramos una carpeta con documentos de hace 30 años.
“Era cierto”, susurró Sofía. “Daniel nunca desapareció por su cuenta.”
Al día siguiente, entregamos la carpeta a las autoridades.
El aula 201 se volvió a abrir y nunca volvimos a sentir esa presencia.
Cada vez que paso por el aula 201, me detengo un segundo, esperando oír aquel susurro. Pero ahora, solo hay silencio.