SINOPSIS
Aislada por completo del mundo exterior se alza la opresiva metrópolis de Mathria, dominada por la implacable mega-corporación BlueTech, donde los secretos son la moneda de cambio más común. En medio de este inhóspito entorno distópico, una serie de misteriosos crímenes sacuden la ciudad: cuerpos sin sangre aparecen en los callejones, desafiando toda lógica y sembrando el pánico entre los habitantes.
En este contexto sombrío, tres almas se entrelazan en un juego mortal de poder y supervivencia: Kael, un investigador con un oscuro pasado que se ve arrastrado hacia una red de conspiraciones urdidas por un misterioso grupo; Emrys, un brillante historiador con un enigma en su interior que lucha por despertar una verdad que desafiará su misma existencia; y Leezah, una ex convicta y reformada agente del orden cuya búsqueda de justicia pondrá a prueba su lealtad y determinación. A medida que los tres protagonistas se ven envueltos en una trama de intrigas y amenazas ocultas, descubrirán que los crímenes son solo el comienzo de una conspiración mucho más siniestra.
Sumérgete en las oscuras calles de Mathria y sigue los pasos de Kael, Emrys y Leezah en una carrera que hará al mundo replantearse lo hasta ahora conocido. ¿Podrán superar las adversidades antes de caer en la oscuridad definitiva? La verdad espera a ser descubierta, pero el precio del conocimiento puede resultar más alto de lo que jamás imaginaron.
1. Cuerpos sin sangre
Yacía en el suelo, consumida y desfigurada, convirtiendo el escenario en una pintura macabra de violencia desatada, testimonio de un final atroz. El hedor a rancio y podredumbre impregnaba el ambiente, el aire viciado susurrando el trágico destino de la víctima. La luz tenue de los postes y el parpadeo de las sirenas policiales se reflejaban en los charcos formados por la incesante lluvia, añadiendo destellos efímeros de color al lúgubre callejón.
Con su gabardina empapada y el rostro endurecido por la fatiga, Kael no era ajeno a escenas como aquella. Mathria, la megalópolis aislada del mundo, distaba de ser un remanso de paz. La constante tensión se reflejaba en sus ojos cansados, que escudriñaban cada detalle con precisión clínica. Los crímenes estaban a la orden del día, pero en las últimas semanas una inquietante sombra se había extendido a lo largo y ancho de la ciudad: una sucesión de asesinatos en serie que compartían el mismo e inquietante patrón.
Kael se abrió paso entre los curiosos que ansiaban ver la grotesca escena como si de un tétrico pasatiempo se tratara. Notó a un joven oficial de Sombra Azul, apenas salido de la academia, tratando en vano de mantener a la multitud a raya. Sus manos temblaban mientras luchaba por mantener la firmeza en el perímetro de seguridad, sus ojos reflejando una tensión palpable. Cerca de él, una oficial curtida por años de servicio, daba órdenes con voz firme y movimientos precisos, demostrando una autoridad natural. Ambos, el novato y la veterana, representaban el contraste de la vida en Mathria. En sus miradas, se podía ver el ciclo interminable de esperanza y resignación que caracterizaba a la urbe.
Al llegar hasta ellos, levantó la palma de la mano para mostrar la autorización en su resonador, un dispositivo integrado y omnipresente en la vida de los ciudadanos, capaz de realizar desde funciones básicas de comunicación hasta tareas más complejas. Tras verificar su identidad, el joven oficial le permitió el paso.
Kael atravesó la línea de luz azul que delimitaba la zona para encontrarse con Jarek, el experimentado detective que había visto más horrores de los que alguien debería. A pesar de su breve colaboración, sentía un profundo respeto por él.
—Seguimos sin una gota de sangre —sentenció Jarek, su voz cargada de frustración, mientras los dedos tamborileaban nerviosamente sobre su resonador. No se molestó en mirar a Kael, dándole la espalda, los nervios a flor de piel.
Con talante serio, ignoró el comentario de Jarek y se dispuso a trabajar. Primero, tomó fotos detalladas del cuerpo y la escena con su resonador, moviendo la mano con precisión mientras giraba alrededor del cuerpo para capturar cada detalle desde todos los ángulos posibles.
Agachándose para observar más de cerca, ajustó el brillo de su dispositivo para iluminar mejor el cadáver, que no presentaba signos de lucha ni heridas abiertas. La piel, de un blanco espectral, dejaba ver la escasa masa muscular adherida a los huesos. La víctima estaba en una posición antinatural, con las articulaciones de brazos y piernas completamente dislocadas.
En los últimos días, Kael había presenciado varios casos idénticos, y aunque empezaba a acostumbrarse, ver aquellos rostros aún le provocaba un miedo primitivo que le helaba la sangre. La expresión que se dibujaba ante él era la más pura definición del horror imaginable: cuencas de los ojos vacías, boca abierta y mandíbula desencajada, formando una espeluznante sonrisa.
A continuación, tomó una sonda delgada y flexible de su maletín de cuero negro y comenzó a medir la temperatura corporal interna. Mientras esperaba los resultados, se puso unos guantes de látex y examinó cuidadosamente las uñas y las yemas de los dedos, buscando cualquier evidencia que pudiera haber quedado atrapada allí.
—Es la quinta en dos semanas —intervino Jarek—. Nos movemos en círculos, no tenemos nada nuevo, y los jefes se están poniendo nerviosos.
—Ese es tu problema, no son mis jefes —respondió Kael sin apartar la vista de la víctima.
Apartando su desgastada gabardina, sacó del bolsillo un sensor avanzado que acopló a su resonador, activando el modo de escaneo espectrométrico para analizar el área alrededor del cuerpo. La pantalla mostró un despliegue holográfico de datos en tiempo real, pero no detectó nada fuera de lo común. Aun así, no podía sacudirse la sensación de que algo crucial se le estaba escapando, así que activó el sensor bioquímico y escaneó el cadáver.
—¿Cuándo encontraron el cuerpo? —preguntó sin quitar ojo a las lecturas de los datos que aparecían ante sus ojos en realidad aumentada.
—Hace una hora —respondió Jarek con voz firme y segura.
Kael frunció el ceño al ver los resultados del análisis.
—Algo no encaja. Lleva muerta poco más de dos horas. ¿Cómo es posible este grado de descomposición? ¿Habías visto alguna vez algo así?
—Sí —respondió Jarek con tono contundente—. Las últimas cuatro víctimas. Los informes son prácticamente idénticos, igual que el estado de los cuerpos. ¿Tu cacharro tampoco ha encontrado restos de sangre?
Kael se enderezó, mirando al curtido detective por primera vez desde que había llegado.
—Ni una gota —dijo, negando con la cabeza—. Es como si se hubiera evaporado.
El hombre, con una expresión firme y marcada por las notables arrugas alrededor de sus ojos, torció el gesto en una evidente muestra de preocupación.
Kael, por su parte, continuó con su trabajo. Sacó un bisturí esterilizado y tomó una pequeña muestra de tejido de la víctima, colocándola cuidadosamente en un contenedor sellado. Luego, examinó la boca, pero no parecía haber ningún resto; todo en su interior estaba completamente seco.
Jarek observaba atento el metódico trabajo antes de intervenir de nuevo.
—Llevo toda la vida en esto —afirmó—. Y puedo decirte algo: nunca imaginé que después de tanto tiempo, y ahora que voy a jubilarme, algo pudiera sorprenderme. No sé qué ocurre aquí, y tampoco por qué Sombra Azul confía en ti más que en nosotros. Pero sí sé una cosa: estás jodido, chico.
—No me llames chico —respondió Kael, apartando la mirada del cuerpo por unos instantes mientras esbozaba una ligera sonrisa de complicidad—. Apenas tengo unos años menos que tú.
Jarek, aunque incómodo con el hecho de que hubieran asignado el caso a un contratista externo y no a Sombra Azul, le devolvió el gesto con complicidad.
—¿Sabes? No te envidio lo más mínimo. ¿Acaso sabes por dónde empezar? Tenemos las manos vacías.
—Venga, no seas tan pesimista. Dime que al menos tenemos un nombre.
El oficial activó su resonador para echar un vistazo a las notas sobre el caso.
—Lena Schneider —concluyó—. Su perfil genético está en la base de datos de BlueTech. Al parecer era asistente de laboratorio en una sede cercana de BlueMed.
—También tenemos los otros cuatro nombres —intervino Kael, revisando sus propias notas—. Sabes lo que significa eso, ¿no?
Kael pudo ver la mirada del veterano detective iluminándose por un momento.
—¿Crees que guarda algún tipo de relación? —cuestionó Jarek.
—Podría ser casualidad, pero hay mucha gente en Mathria, y solo aquellos ligados de una forma u otra a BlueTech tienen perfiles genéticos en las bases de datos. Cinco víctimas, cinco nombres. Cinco personas relacionadas con BlueTech. Tenemos para empezar.
Jarek esbozó una sonrisa irónica antes de hablar:
—Toda la jodida ciudad está relacionada con BlueTech. ¡Mathria es BlueTech!
Kael lo miró con rostro severo.
—Esta ciudad esconde más de lo que crees.
—Lo que tú digas —concluyó el oficial, visiblemente fatigado—. Voy a la oficina a rellenar el dichoso formulario lo más rápido que pueda para llegar a casa y tumbarme en la cama. Estoy viejo para esto. Buena suerte, la vas a necesitar.
Kael se despidió con un leve movimiento de cabeza, sin molestarse en responder. Una vez solo, dejó caer los hombros y su semblante se oscureció. Miró fijamente al cadáver, sintiendo su estómago retorcerse no por el olor, al que ya se había acostumbrado, sino por los nervios que sentía en su interior. Un miedo que creía olvidado volvía a él con cada nueva víctima. Respiró hondo, luchando por mantener la compostura. Sabía que no estaba ante un caso ordinario; era, posiblemente, el mayor reto profesional que había enfrentado.
Tras inspirar y exhalar bruscamente un par de veces, desconectó el escáner de su resonador y comenzó a registrar los datos restantes y a organizar la información recabada esa noche. Finalmente, había conseguido una pequeña conexión con la que empezar: BlueTech Corporation, la empresa que todo lo abarcaba. De una forma u otra, casi todo en Mathria guardaba relación con la corporación, lo cual no era sorprendente, ya que la ciudad entera se movía al ritmo de la energía que explotaban.
Mientras revisaba las notas de las víctimas, reflexionaba sobre su carrera como investigador privado, iniciada con la esperanza de hacer una diferencia en una metrópoli que parecía haber olvidado la justicia. Sin embargo, cada caso le recordaba por qué había empezado: encontrar la verdad, sin importar lo profunda y oscura que estuviera enterrada. A pesar de sus esfuerzos, Mathria no mostraba síntomas de mejora. Había resuelto innumerables casos y desenmascarado a decenas de criminales, pero la ciudad permanecía sumida en la violencia, la pobreza y el caos. Sus victorias parecían efímeras, meras gotas en un océano de miseria. Cada criminal capturado era reemplazado por otro más despiadado, y cada redada exitosa solo revelaba una red de corrupción más vasta. Aunque sus esfuerzos parecieran en vano, se negaba a rendirse. La verdad y la justicia eran su brújula en un mundo que parecía haber perdido el norte, y aunque sus esfuerzos parecieran infructuosos, era la única manera que conocía para seguir adelante.
Kael dirigió su mirada hacia el cielo. La imponente estrella azul permanecía impasible en lo alto. Fuera día o noche, la Gran Azul siempre estaba allí, reduciendo su brillo notablemente cuando caía la noche, y despertando fulgurante con las primeras horas del alba. Bajo ella se erguía la Gran Torre Elevada de BlueTech, visible desde prácticamente cualquier punto de la ciudad. Parecía levitar sobre el mismo centro de Mathria, captando toda la energía posible del astro azul. BlueTech no solo proveía energía, sino que también simbolizaba el control absoluto sobre la vida en la ciudad, un recordatorio constante de su dominio inquebrantable.
Un leve pitido, perceptible únicamente para él, rompió su momento de reflexión. Colocó la palma de la mano junto a su oído derecho y contestó la llamada. La fría voz articulaba cada palabra de manera elegantemente precisa.
—Tú no me conoces, pero puedo ayudarte.
Kael parpadeó, y su mandíbula se tensó mientras su mente procesaba la sorprendente revelación. Abrió la boca para hablar, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Finalmente, logró preguntar:
—¿Quién eres?
—Solo soy un humilde servidor de Mathria —respondió la voz—. Necesitas mi ayuda, y yo necesito la tuya. Podemos llegar a un entendimiento, Kael.
En ese instante sintió un nudo en la garganta cuando escuchó pronunciar su nombre. Mathria guardaba muchos secretos, pero quedaba claro que su identidad no era uno de ellos. De alguna forma, aquel misterioso contacto tenía información sobre él, lo cual tampoco le parecía extraño.
—¿Trabajas para BlueTech? —intentó averiguar.
—Reúnete conmigo en la antigua fábrica de fundición, Distrito de los Muros, sección norte —aclaró el extraño—. Te espero en una hora.
Sin tiempo para responder, la comunicación se cerró. Visiblemente confundido, el investigador repasó mentalmente la breve conversación que había quedado registrada en su resonador, buscando averiguar algo sobre la misteriosa llamada. La voz era limpia y clara, sin ruidos de fondo ni matices de emoción. Intentó rastrear la procedencia de la conexión sin éxito.
Kael abandonó la escena rumbo a su apartamento, dándole vueltas a si debía acudir al encuentro o no. Por un momento, quiso olvidarse y proseguir con la investigación por su cuenta. Pero una dolorosa verdad rondaba su mente. A pesar del escaso indicio obtenido hacía un momento, sabía que se encontraba en un punto muerto. Era la quinta víctima aparecida en las últimas dos semanas, y no estaba más cerca de resolver el caso.
Buscando dar un giro a su situación, decidió acudir al encuentro de la misteriosa llamada. El viento soplaba con fuerza en la fría noche mientras se dirigía a su vehículo. Tenía un largo recorrido desde el Distrito Llano hasta el de los Muros. No estaba seguro de qué iba a encontrarse, ni siquiera si alguien aparecería. Pero, aunque no quería admitirlo, estaba cada vez más desesperado. Tenía que aferrarse a cualquier pista para arrojar algo de luz sobre la inquietante sombra que acechaba sobre Mathria.
Kael aguardaba pacientemente en uno de los miles de puntos de recogida de BlueTransit repartidos por las calles. Una vez empleada su autorización como afiliado a BlueTech, un vehículo vendría a su posición.
Las ‘esferas’, como comúnmente se las llamaba, eran transportes autónomos que permitían moverse de forma cómoda y rápida por la ciudad, siempre y cuando estuvieras vinculado de alguna forma a la corporación, o tuvieras suficiente dinero para permitírtelo. Estaban construidas casi enteramente de un vidrio resistente, con datos e informaciones proyectados en tiempo real en su superficie. Una ligera estructura metálica les daba su distintiva forma redondeada. En su interior, los cómodos asientos de cuero permitían a los usuarios relajarse durante el viaje, mientras el sistema de levitación magnética aseguraba un trayecto suave y sin sobresaltos.
Kael accedió al transporte tras unos minutos esperándolo.
—¿Destino? —pronunció una agradable voz.
—Antigua fábrica de fundición, Distrito de los Muros, sección Norte.
—Gracias por viajar con BlueTransit, una compañía de BlueTech Corporation. Esperamos que el viaje sea de su agrado.
Kael observó por unos instantes la información que el vidrio del vehículo le mostraba acerca del lugar al que se dirigía. Antiguamente, era uno de los lugares más productivos de la ciudad, donde se elaboraba la mayor parte de los metales presentes en la urbe. Ahora, solo era un lugar frío y oscuro en el que pasaban las noches vagabundos en compañía de las ratas. La optimización y renovación de los procesos de construcción produjo un salto tecnológico importante en Mathria, pero muchas personas perdieron sus trabajos y quedaron condenadas a subsistir como pudieran.
La pobreza en la ciudad era tan real como la estrella azul que gobernaba el cielo, aunque esta se mostraba orgullosa. El Distrito de los Muros, al que se dirigía, era donde se condensaba gran parte del dolor y sufrimiento de Mathria, y tal vez el que mejor representaba en lo que se había convertido. Alejada de los Distritos Llano y Elevado, la gente de los Muros vivía su propia realidad, una mucho más dura y cruel. Kael sabía esto bien, pues él mismo se crio allí.
Hacía años que no lo visitaba, y aunque no le gustaba admitirlo, se había acomodado viviendo en un humilde barrio del Distrito Llano, donde residía la clase media de la población, aquellos con lo suficiente para ser conformistas, pero no con tanto como para codearse con la élite. Esta estaba en el Distrito Elevado, en pleno corazón de Mathria, en lo alto de la inmensa meseta.
Durante el trayecto, no podía evitar fijarse en los mismo logotipos en cada esquina: postes de luz, vehículos, hospitales; la omnipresencia de BlueTech era evidente en Mathria. Su influencia se extendía a todos los aspectos de la vida en la ciudad, desde la energía hasta la seguridad, pasando por la sanidad o la política. Había algo profundamente inquietante en ello, algo que le hacía recordar las historias de su infancia sobre bestias y dioses. La diferencia era que BlueTech no era un mito; era una realidad palpable y opresiva.
El vehículo recorrió calles estrechas y cubiertas de suciedad tras años sin un servicio básico de limpieza. Cuando se detuvo, pudo ver frente a él la antigua fábrica, sus paredes ennegrecidas por décadas de abandono. En el lugar sólo se escuchaba el suave chirrido metálico producido por la inmensa estructura, que había visto tiempos mejores.
Kael descendió del BlueTransit, el aire frío y húmedo golpeándole en la cara. Avanzó con cautela hacia la entrada, sin perder de vista a algunos mendigos que se acurrucaban en recovecos cercanos. Mientras caminaba por las calles plagadas de escombros, no pudo evitar que los recuerdos de su infancia le inundaran la mente. Recordó a su madre, víctima de un sistema que nunca se preocupó por la gente de los Muros. Cada cadáver que encontraba ahora era una sombra de su demacrado rostro en la última noche que la vio con vida.
Llegando a la fábrica, las enormes puertas metálicas estaban entreabiertas, pero no había señales de actividad en su interior, salvo el ocasional sonido de roedores moviéndose entre las sombras.
Llego pronto , pensó. Solía ser un hombre precavido al que le gustaba ir siempre por delante de las situaciones. Aprovechando que tenía algo de tiempo antes de la reunión, se dirigió al interior del edificio para investigar el lugar. ¿Por qué lo había citado ahí? Cualquiera que fuese el motivo, sabía que en Mathria uno no podía fiarse ni de su propia sombra. Observó la suya propia formada por los escasos rayos azules que entraban por los ventanales, ya prácticamente carentes de cristales. Parecían moverse en la oscuridad del lugar con vida propia.
La inquietud se apoderaba de él mientras exploraba el sitio. Maquinaria abandonada se acumulaba en cada rincón, enormes cintas transportadoras ya en desuso y montones de basura que cargaban el aire de un denso olor fétido. Kael levantó la palma de su mano para alumbrar los rincones con la luz de su resonador. Algunas ratas salieron corriendo abruptamente, lo que lo inquietó aún más.
Su única pista conectaba a las víctimas con BlueTech, pero como había expresado Jarek hace un rato, era difícil encontrar algo o alguien en la ciudad que no tuviera que ver con la megacorporación. Si este misterioso contacto tenía información relevante, al menos estaba dispuesto a correr el riesgo de escucharla. Pero nada en esta ciudad era gratis, así que al menos esperaba que el costo no fuese demasiado alto.
Unos pasos resonaron a su espalda. Se giró y observó a un hombre joven, más de lo que hubiera imaginado. Con aspecto poco formal y movimientos arrítmicos, el chico se dirigió hacia él esbozando una sutil sonrisa.
—Suponía que ya estarías aquí, así que no alarguemos las cosas innecesariamente.
Su voz era grave y profunda, aunque una particular musicalidad envolvía su manera de hablar. Estaba claro que era un tipo peculiar.
—¿Quién eres realmente? —intervino Kael.
—Puedes llamarme Afár, puedes llamarme BlueTech. Somos lo mismo.
Kael conocía bien a Alexander Vega, el rostro público de BlueTech, y este joven no era él. Sin embargo, en Mathria, las apariencias podían ser engañosas. La ciudad de los secretos y las sombras estaba llena de misterios sin resolver.
—Conozco a Vega —dijo, en un intento de sonsacarle su verdadera identidad.
—Alexander Vega es lo que BlueTech quiere que veas. Yo soy quien decide su destino, y quizás también el tuyo.
El investigador frunció el ceño. No tenía motivos para creer lo que le estaban diciendo, pero tampoco pruebas de que estuviera mintiendo. De momento, optó por permanecer en silencio y escuchar lo que tenía preparado para él.
—Verás… —prosiguió Afár, con una risa nerviosa y un brillo de inquietud en los ojos—. No te voy a engañar. Estos… incidentes tan desagradables no nos hacen buena publicidad. La gente se empieza a poner nerviosa, y tenemos que dar un nombre lo antes posible.
Kael notó cierto nerviosismo en las palabras de Afár, pese a que su actitud denotaba relativa indiferencia ante el tema.
—¿A dónde quieres llegar? —indagó—. Ya estoy trabajando en el caso; BlueTech puede ser muy convincente cuando se lo propone.
—Cierto. En la corporación solo queremos a los mejores. Y tú lo eres. Este caso te necesita, y tú necesitas este caso… y a mí.
El investigador se mantuvo expectante ante lo que parecía una propuesta inminente.
—Basta de charla —prosiguió—. Tengo un trato que proponerte: yo te doy información de la compañía, y a cambio tú me das al culpable antes que a nadie. Fácil, ¿verdad?
Kael se mostró confuso. ¿Por qué iba a querer el supuesto líder oculto de BlueTech filtrar datos sobre su propia compañía?
—Si de verdad diriges la empresa, ¿por qué ibas a darme algo sobre ella? —interrogó.
Afár soltó una carcajada siniestra que resonó en todo el lugar con un eco ensordecedor.
—Solo era una pequeña broma, ya sabes, para relajar el ambiente —dijo, secándose las lágrimas de los ojos—. Ni el mandamás de la perfecta corbata sabe que estoy aquí.
Kael observaba atónito, fiándose cada vez menos de la palabra de un hombre que parecía altamente inestable y manipulador; pero estaba en un callejón sin salida. Los crímenes no paraban de sucederse, y necesitaba un revulsivo que le pusiera en el camino de la verdad.
—¿Qué es lo que quieres en realidad? —intentó averiguar.
En ese momento, Afár se abrochó dos botones de su americana y se dispuso a marcharse, no sin antes responder a la pregunta.
—Eso, querido amigo, no es de tu incumbencia. Al menos por ahora.
—¿Eso es todo? ¿No tienes nada para empezar? —cuestionó Kael, visiblemente decepcionado.
—Dime —comenzó a decir, ya dándole la espalda—. ¿Te suena de algo la Fe de los Forjadores? He oído que hay figuras importantes dentro de la compañía partidarios de esta… ¿creencia? Ni lo sé ni me importa, pero suenan rumores de que están relacionados de alguna forma con el problemilla que nos atañe. Puedes empezar por ahí.
Afár se volvió a girar antes de salir por la puerta de la fábrica.
—Mantenme informado —insistió—. Esto es verdaderamente divertido, ¿no crees? Dame culpables, y yo te daré a BlueTech.
Kael quedó solo en el centro del lugar, apretando la mandíbula, lo que endurecía su expresión. Aún no tenía claras las verdaderas intenciones del misterioso y extraño Afár, pero detrás de toda su parafernalia, la pista sobre la Fe de los Forjadores lo había descolocado. Podría ser simplemente humo, o la clave para salir del estancamiento en el que se encontraba.
Mientras volvía a casa, reflexionó sobre el olvidado culto de los Forjadores. Pocas personas creían ya en aquellas leyendas, quedando relegadas a la cultura popular de Mathria. ¿Qué relación podían tener con los espeluznantes actos que estaban ocurriendo? Una idea rondó su cabeza, produciéndole un frío polar en su interior, su piel completamente erizada por el terror momentáneo.
Se transportó a un frío día de su infancia, cuando el hambre lo atormentaba. Su madre, siempre a su lado mientras pudo, le contaba historias de tiempos antiguos para distraerlo del dolor en su estómago. Una de las leyendas que mejor recordaba hablaba de una amenaza ancestral: uno de los creadores de todo lo conocido, ansioso de poder, que traicionó a sus iguales y forjó su propio destino. Según las historias, en los inicios de Mathria, este Forjador fue desterrado, pero se marchó con una promesa: un día volvería, derribaría el Muro Luminar y dejaría entrar la amenazante oscuridad que anidaba en los exteriores, trayendo consigo dolor y muerte. Así, el Forjador Descarriado cumpliría su propósito de venganza y sumiría a toda la humanidad en el caos. Tal era la malicia de este ser y la magnitud de su traición. Con el tiempo, la gente empezó a llamarlo el Apóstata.
Cuando el vehículo detuvo su marcha, Kael abrió los ojos, agotado. Los primeros rayos azules de la mañana se abrían paso, pero para él, la claridad exterior contrastaba con la oscuridad que sentía en su interior. Sabía que el caso no era solo un desafío profesional; era un recordatorio constante de sus propios miedos y del peso de una ciudad que parecía empeñada en resistir cualquier intento de redención. Vencido por el cansancio físico y mental, se dejó caer sobre su cama y cerró los ojos, no sin antes revisitar sus últimos pensamientos.
Es sólo un cuento para asustar a los niños , pensó, justo antes de que el sueño le venciera.