MOSCA
Mosca vino al mundo en el año chino de la rata 2020, lo cual determinó definitivamente su personalidad.
Desde pequeña fue una mosca curiosa e inquieta en la búsqueda de la verdad, a pesar de haber nacido en el seno de una familia desestructurada. Cuando Mosca tenía tres horas de vida, su padre fue asesinado por un periódico. Y ella, como hija única, fue abandonada por su madre unas horas después. Así que su educación y crianza recayeron en las manos de su abuelo neonazi (de ahí los ideales trasnochados de Mosca, a saber: xenófoba, homófoba, machista y racista en la actualidad).
No obstante, el punto de inflexión realmente interesante en la vida de Mosca aconteció cuando, después de haber asesinado a su propio abuelo, fue adoptada por una colonia de escarabajos que vivían debajo de la tierra. Fue allí por primera vez donde experimentó lo más parecido a un ambiente en familia libre de toxicidad, pero sucedía que ella no podía hacer bolas de mierda como los escarabajos, y eso le suponía una gran frustración.
Transcurrieron muchos años de rabia gestándose en silencio, y así, Mosca creció siendo un insecto vil y amargado. La certeza de que ella nunca encajaría en el mundo la reconcomía por dentro en vergonzoso secreto.
De todas maneras, Mosca aprendió varias cosas en la colonia de escarabajos: nuevos insultos en otro idioma, lanzamiento de bolas de excremento, y peleas cuerpo a cuerpo ( siempre teniendo en cuenta que ella no tenía caparazón, lo que le obligó a perfeccionar otras habilidades compensatorias, como por ejemplo lucha sucia). La lucha sucia y otro hecho inaceptable la llevaron finalmente a ser expulsada de la colonia. El hecho inaceptable fue que se enamoró sin remedio de uno de los escarabajos obreros, y esto era una aberración porque ambos eran familia adoptiva. Así que finalmente, con gran dolor de su corazón, Mosca se fue.
Desde el sentimiento de no haber sido aceptada nunca en su vida, intentó denodadamente integrarse con otras especies diversas. Y sin pretenderlo se juntó con mala gente.
Recién salida (o más bien expulsada) de la colonia de escarabajos, se hizo amiga de una viuda negra solitaria, muy amable y dicharachera en conversación, que intentó matarla diez veces. Las tentativas reiteradas de asesinato, con nocturnidad y alevosía, hicieron imposible la convivencia.
Poco después, Mosca intentó que la admitieran en una colmena de abejas, pero no pasó de la puerta por vaga. Lo mismo le sucedió en el hormiguero que había más abajo.
Así que podríamos decir que, a pesar de lo mucho que Mosca le temía a la soledad, y de todos estos intentos por huir de ella, su vida consistía eventualmente en comer mierda sin compañía. En consecuencia, desarrolló una doble cara social para protegerse del rechazo del mundo. Una cara peligrosa. Y empezó a fardar de querer ser sicaria cuando fuera mayor.
Sus ínfulas desmedidas llegaron a oídos del alcalde del pueblo, pero por fortuna Mosca se libró de la cárcel. Habría sido muy triste terminar entre rejas sin haber hecho nada.
Mosca se daba cuenta de que su vida era una mierda. No soportaba ver cómo a su alrededor otras moscas eran felices, lo mismo que otros animales y la gente en general. La única manera de desahogarse de esto era hacerle la vida imposible a todo ser vivo que se le cruzara, lo cual, en paralelo, le producía una gran satisfacción. Al menos, hasta el día que encontró a alguien a quien, hiciera lo que hiciera, no podía molestar. Una niña. El único ser que por primera vez la quiso. La niña se llamaba: María Rosa Rafael.
María Rosa Rafael era una pequeña delincuente. A efectos comparativos, era bastante peor que Mosca, al menos en el currículum que ostentaba a sus espaldas con tan sólo trece años de edad. Le reventó a Pedro Aguado la carrera en “Hermano Mayor”, y su más inocente fantasía era atracar el banco de España. Por cierto que Pedro Aguado volvió a recaer en las drogas tras la experiencia con esta niña perversa, aunque fue rehabilitado posteriormente gracias a su “Abuelo Mayor”.
Mª Rosa Rafael amaba a Mosca con todo su corazón de niñata delincuente desde el minuto uno. Pero a la inversa esto no era así. Mosca siempre había sentido un intenso odio hacia ella, aunque la niña no se daba cuenta. Lo mismo que Harry Potter hablaba en Pársel con el Basilisco, Rafa (así llamaremos de ahora en adelante a la niña para acortar) creía entender expresiones de cariño en el idioma de Mosca —Bsszz Bsszzz Bsszzz—, cuando lo que en verdad sucedía era que Mosca se estaba cagando en su puta madre y en parte de sus ancestros. Y así fue como se forjó la más hermosa amistad en la total ignorancia.
Esto no pasó desapercibido a los padres de Rafa, quienes decidieron llevar a la niña a un psicólogo cuando ésta empezó a decir que su mejor amiga era una mosca. Claro, los padres pensaban que Mosca era un ente imaginario, sin poder ni tan siquiera imaginar que esta truculenta historia fuera real. Ni se les pasó por la cabeza que la peor mosca de este mundo estaba, ciertamente, viviendo en las cortinas de la habitación de su hija, aunque solo fuera por mantenerse caliente en invierno.
La vida con Rafa era maravillosa, a pesar del odio que Mosca sentía. La niña se ocupaba de alimentarla diariamente para que Mosca no tuviera que buscarse la mierda ella sola. Además, Mosca podía salir y entrar a su antojo de allí para irse a molestar por ratos a otra gente. Como por ejemplo un greñas que era fan de Michael Jackson y vivía en el quinto piso del edificio.
Pero la existencia tranquila y feliz de Mosca se truncó un buen día, cuando ella recibió un sobre lacrado que procedía de tierras lejanas. Se trataba de una carta en la que su antiguo enamorado, el obrero escarabajo, la invitaba cordialmente a su boda.
Mosca lloró lágrimas de sangre por esto, más aún al enterarse de que la prometida de su enamorado NO era un escarabajo, sino una libélula cruel y maliciosa con antecedentes penales. Un partidazo porque encima también era millonaria y llevaba oros hasta en los dientes, no como Mosca, que era más pobre que la rata de su año de nacimiento.
En el último momento, nuestra protagonista decidió que iría a esa boda. Ya sabes, pensando en ese momento peliculero en el que el cura dice: “si alguien se opone a esta unión, que hable ahora o calle para siempre”. Porque desde luego lo que nunca hacía Mosca en su vida era callarse.
No le dijo nada de la boda a Rafael, por si acaso la niña se le acoplaba.
En la boda se enrolló con una avispa a la cual le faltaba una pierna. Se emborrachó y la lió parda. Y lo peor fue que se le olvidó darle a la avispa coja su número de teléfono. Triste. Dramático.
Cada vez el mundo era un lugar más hostil para Mosca. A cada momento, la amargura crecía de forma inexorable en su ser. Se hacía vieja y no encontraba marido, y odiaba a la única persona que la quiso en este mundo. Sólo comprarse una cazadora bomber y unas botas con espuelas y punta de acero en el Shein la hacían feliz, pero la felicidad era efímera. Y para colmo, Rafa ponía reggaeton hip-hopero a todas horas.
Sin embargo, había una canción que sí le gustaba mucho a Mosca, y decía así:
“Así es el caserío, así es mi caserío. Yo soy de calentón pero en la brea esta mu´ frío. Cabrón, en mi familia vende droga hasta mi tío. De nuevo me voy preso, mato y muero por los míos”.
El cantante se llamaba Anuel, y decía ser lider de una organización de narcotráfico. Estaba enamorado de Rafa, aunque él aún no lo sabía.
(continuará)