No te amaba por que me sentía sola,
en la calma de mi soledad hallé mi hogar, un refugio donde el alma se consola,
donde los susurros del viento me enseñan a soñar.
En mi mundo de silencio, la paz era reina,
en cada rincón guardaba secretos de mi ser.
Pero llegaste tú, y el fuego que avivas
ilumino mi vida, me hizo “renacer”.
Tu risa era un faro en la noche oscura,
tu mirada un destello que todo lo abría.
Por un instante eterno, la soledad fue dura,
pero el amor florecio como una dulce melodía.
Ahora que te has ido la sombra se cierne,
la soledad que tanto amaba pesa como un manto gris.
Busco en mis recuerdos la luz que no muerde,
y en cada paso perdido, te extraño a ti.
Intento recordar cómo era estar en calma,
cómo abrazar mi esencia sin miedo a sentir.
Pero ahora tu ausencia duele en el alma,
y el eco de tu sonrisa se niega a partir.
Quizas con el tiempo encuentre el camino,
de nuevo ser amiga de mi propia voz.
Redescubrir la belleza de lo divino,
y encender en mi pecho el fuego feroz.
Entre sombras y luces,
busco en mi soledad un nuevo despertar.
Porque aunque ya no estes y el dolor me seduce,
en algún lugar de mi alma siempre habrás de brillar.