El círculo rojo pintado en el árbol le confirmaba que se encontraba en el sendero correcto. Esa mañana de verano, Daniela había emprendido caminata hacia el campamento “carpitas camufladas”. Había leído que el nombre se debía a que las carpas estaban estampadas, algunas con animales, otras con hojas, con insectos. Se le hacía pintoresco pasar unos días allí.
Su única compañía en esa travesía era el arroyo que se encontraba a su izquierda y que hubiera jurado, se dirigía al mismo lugar. Daniela, que llevaba un rato caminando, se percató casi al mismo tiempo cuán secos estaban sus labios como cuáen vacía estaba su mochila de botellas. Suspiró. Se acordó de su abuela y su frase “esa cabecita de novia” como respuesta a todos sus olvidos. Se acercó al arroyo, sus rodillas desnudas descansaron en el pasto y, formando una especie de cuenco con sus manos, las sumergió en ese líquido en movimiento no sin antes pedirle permiso. Cuando hubo terminado de beber y las pocas gotas que quedaban se escurrieron entre sus dedos, se encontró a sí misma frente a sus manos.
Se percató que hacía ya veintiocho años que las conocía. Que cuando las sentía secas había utilizado una crema para humectarlas, que infinidad de veces había pintado sus uñas de distintas formas y colores, que en épocas de frío las había vestido con guantes pero que nunca se había detenido a verlas.
Cual perro hipnotizado por su pelota, Daniela miraba los pliegues y arrugas de sus manos. Su dedo índice recorría los pequeños surcos de su mano izquierda con la suavidad y firmeza de un cabezal de un tocadiscos. Se imaginó quiromante, y, con una voz que intentó ser grave y profunda, se auguró, “te espera un hermoso futuro, lleno de amor y aventuras”. Al terminar de decir esas palabras Daniela se echó a reír de una manera muy inocente. La pequeña sonrisa que había esbozado la liberó del transe y se preguntó, “¿cómo las manos podían decirle algo?”. No llegó a terminar de formular la pregunta cuando se detuvo. “Pero qué bobada estoy diciendo si hay gente que habla con las manos” se dijo, “algunas hasta por los codos” ironizó.
Ya no eran un cuenco, ni un cabezal de un tocadiscos, ni una fuente esotérica, ahora eran un medio de comunicación y no sólo para no parlantes, sino para todos. Con tan solo levantar un dedo se producía un mensaje que podía ser entendido por todos. Como esas ondas infrarrojas que producen los controles universales con los que las “cabecitas de novia” tenían que reemplazar al control perdido. Si levantaba el pulgar, lograba un gesto de aprobación, mientras que levantando el dedo mayor podía transmitir un insulto. El siempre maleducado índice era utilizado para señalar, pero ¿qué era de los otros dos? ¿Por qué ese acto de discriminación deliberada para con los dedos restantes? Irguió el dedo meñique de la mano izquierda. Lo miró mostrando su cara interna, sintió fragilidad y exposición, luego, dio vuelta su mano percibiendo en ese gesto fuerza y potencia. Pensó en los dedos pulgar y en el mayor, recordó el acto fallido de Churchill y decretó “art 932, mostrar la cara interna del dedo meñique significará: ¿necesitás ayuda?”. Se imaginó a una persona irguiendo el meñique y otra contestándole con el pulgar. Luego, fijó su atención en el anular y comprendió el por qué no tenía un mensaje, qué incómodo era levantar solo ese dedo ¿sería acaso que en un acto de solidaridad el meñique habría entregado su mensaje para no dejar al anular huérfano de comunicación?
Una vaquita de San Antonio se posó en su mano.
— Lo que para mí es una extremidad, para vos es una pista de aterrizaje.
Acercose a sus manos para prestarle atención al insecto cuando le volvió a hablar:
— Las manos son como las personas. De lejos son similares, incluso hasta pueden ser confundidas con otras, pero, al acercarse mucho, pero mucho de verdad, podemos ver lo única que es cada una al ver la huella dactilar de su alma.
Finalmente se levantó para reemprender su camino. Dio unos pasos y notó que un pensamiento la incomodaba. Se frenó, frunció el seño y se preguntó, “si pueden hacerlo así, ¿por qué no todos los controles remotos son universales?”