Mi nuevo personaje

Hola buenas tardes a todos, me encantaría conocer su opinión respecto al nuevo personaje que estoy creando para una obra.

Infancia: disciplina sin trauma No fue un niño maltratado. Creció en un hogar donde el
orden, la disciplina y el silencio eran norma. Una familia funcional, estricta pero no
violenta. Le enseñaron a no llorar, a no interrumpir, a no ensuciar. Las emociones eran
algo privado, casi ofensivo. Aprendió pronto que mostrar debilidad era fallar. Sus
padres eran rectos, exigentes, previsibles. Nunca lo abrazaron demasiado, pero
tampoco lo lastimaron. No los odia. Al contrario, los cuida, los protege, aunque le
parezcan molestos, pequeños, humanos.
Adolescencia: el nacimiento del vacío Desde muy joven comprendió que no era como
los demás. No sentía lo que los otros sentían. No lloraba por amor, no se emocionaba
con una canción, no temía a la muerte. Solo observaba, como desde afuera, esperando
entender cómo funcionaban los sentimientos ajenos. Aprendió a imitar las emociones
como un actor entrenado. A sonreír sin motivo, a consolar sin empatía, a reír sin
alegría. No porque necesitara hacerlo, sino porque le servía. Era inteligente, educado,
callado. Nadie sospechaba. Todos lo admiraban.
Adultez: el encanto y la máscara Ya adulto, era el hombre ideal. Educado, elegante,
atractivo, siempre con la palabra justa. Tenía amigos, amantes, conocidos en todos
lados. Era querido por todos… y conocido por nadie. Tenía muchas mujeres, muchas
amantes, muchas que lo deseaban. Pero ninguna lo tocaba por dentro. Solo una.
Ella: la única No habla con ella. Casi no la mira. Pero la piensa cada día. No porque la
desee, no porque la necesite. La ama. Absolutamente. Inexplicablemente. Ella no lo
quiere. Probablemente lo desprecia. Tal vez sabe, en el fondo, qué clase de oscuridad
se esconde detrás de su sonrisa. Él lo intuye. Pero no le importa. La ama igual. Sin
sexo. Sin contacto. Sin palabras. La ama como un devoto ama a su dios: con
obediencia, con dolor, con fe ciega. Ella es su límite. La única frontera que no puede, ni
quiere, cruzar. Por eso le duele. Por eso lo obsesiona.
Adicciones: la búsqueda del abismo Fuma compulsivamente. No por estrés, sino por
ritual. Le gusta el humo. Le gusta el veneno. Es un símbolo. Una muerte lenta que él
controla. Se droga con frecuencia, pero no para escapar, sino para jugar con su propia
psique. Alucinógenos, estimulantes, disociativos. Quiere ver qué se esconde dentro de
sí mismo cuando el control desaparece. Busca los límites. Lo desconocido. Lo
monstruoso. Pero incluso drogado, nunca la ve sexualizada. Nunca. Ella es otra cosa.
Una presencia. Un eco. Una sombra.
El amo del dolor: asesino selectivo, sádico, justiciero No mata por necesidad. Mata por
elección. No asesina inocentes. Solo elimina a los que considera escoria. Violadores.
Asesinos. Pedófilos. Narcotraficantes de menores. Es su cruzada. Su justicia. Pero no
los mata rápido. Los estudia. Los caza. Los descompone. Les arranca las uñas, Les
corta los párpados, Les cierra la boca con alambre, Les castra los gritos con bisturíes,
Les inyecta ácido bajo la piel, Les corta los dedos lentamente, Les rompe la voluntad
con palabras y químicos. Todo lo documenta. Todo lo estudia. Cada cuerpo es un
experimento. Un templo de su odio. Y cuando ya no queda nada que romper, los cubre
con ácido hasta que no queda cuerpo, ni nombre, ni historia.
Los perros: el amor puro Ama a los perros más que a cualquier ser humano. Los
considera superiores. Leales hasta la muerte. Incapaces de traición. Fieles incluso
ante el dolor. Para él, un perro es más digno que un hombre. Más puro. Más real. Nunca
ha dañado uno. Nunca podría. Son sus únicos compañeros reales. A veces, los abraza
cuando todo lo demás en él está muerto.
Conclusión: el monstruo perfecto No es un loco. No es impulsivo. No está roto. Es un
sistema perfecto, creado por el silencio, afinado por el desprecio, y sostenido por el
odio. Es un hombre que domina la crueldad, que finge emociones, que juega con la
muerte como si fuera un dios. Y sin embargo, ama. Solo a una. Y eso lo destruye.
Metodología Perfeccionada del Psicópata – “El Rostro
de Nadie”

  1. Transformación física: Máscaras hiperrealistas y dobles
    Máscaras sintéticas ultra realistas:
    • Usa máscaras de silicona platino personalizada, hechas con escaneos 3D de
    rostros reales obtenidos en línea o en la calle.
    • Textura de piel exacta, detalles como poros, manchas, incluso movimientos
    parciales al hablar.
    • Incluye lentes de contacto que simulan el iris de la identidad asumida y
    pegamento dérmico que hace imposible notar los bordes.
    Cuerpo encubridor:
    • Utiliza trajes de prótesis para simular complexión, altura, cicatrices o hasta
    tatuajes temporales.
    • Con esto, puede parecer un hombre mayor, un joven, un obrero o un médico sin
    que las cámaras lo relacionen nunca con su verdadero físico.
    Huellas falsas y ADN modificado:
    • Imprime huellas dactilares en látex quirúrgico de grado médico que adhiere
    bajo sus guantes tácticos.
    • Las huellas pertenecen a criminales muertos, indigentes desaparecidos, o su
    propio “doble”.
    • En escena deja cabellos, piel muerta, fluidos creados en laboratorio con restos
    anónimos. Todo cuidado al extremo.
  2. El Doble – “El Cordero del Laberinto”
    Perfil del doble:
    • Vive apartado, tiene problemas mentales, historial delictivo leve y una historia
    manipulable.
    • Lo mantiene bajo vigilancia encubierta y lo droga regularmente para crear
    lagunas mentales.
    • Le implanta memorias falsas con videos manipulados o lo convence de haber
    estado en lugares que nunca visitó.
    Uso del doble:
    • Cuando se requiere crear un testigo o dejar una “pista”, el doble aparece
    accidentalmente en cámaras de seguridad, usando parte del disfraz original.
    • En caso de emergencia, todo el peso del crimen recae en él. Las huellas, ADN y
    rostro coinciden.
    • Si es necesario, lo elimina y hace parecer que fue suicidio por culpa.
  3. Ingeniería Social Perfecta
    • Simula conflictos, relaciones o amenazas externas para justificar la
    desaparición de la víctima. Amigos creen que “se fugó con alguien” o “tuvo
    problemas con gente peligrosa”.
    • Crea correos falsos, chats simulados, interacciones falsas en redes sociales
    con IA para mantener vivas las identidades durante semanas.
    • A veces, incluso crea una identidad falsa para la víctima, “renacida” en otro
    país, con foto de pasaporte alterada.
  4. El crimen: una obra cerrada
    • El asesinato se produce en una habitación forrada con PVC negro, sin eco, sin
    ventanas, sin bordes, como una sala blanca de laboratorio.
    • La víctima no ve al asesino real. Solo ve la máscara de un tercero, una voz
    digitalizada, y luego… el silencio.
    • El cuerpo entra al sistema de hidrólisis alcalina o a un horno industrial falso
    con filtros de carbono. No queda nada.
  5. Cierre del ciclo – “Borrado absoluto”
    • Limpieza final: rocía ácido peracético para eliminar todo rastro biológico.
    • Destruye cualquier objeto relacionado con el crimen con fuego controlado y
    ácido nítrico, siguiendo manuales de eliminación forense.
    • Incluso destruye el lugar de asesinato: lo desmonta, quema las piezas por
    separado y dispersa cenizas en distintos vertederos industriales.
    El Resultado:
    • No hay víctimas.
    • No hay asesino.
    • Solo queda un rumor… o un doble llorando sin entender qué pasó.
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Hola, me parece un personaje muy bueno y muy interesante. Aunque un poco contradictorio para mí opinión, es enfermizo pero a la vez sano, psicópata pero a la vez estable. Me causa algo de conflicto que todo sea tan perfectamente nivelado que no pueda distinguir entre una cosa y la otra. Pero a la vez creo que es eso lo que lo hace interesante.
Pienso que sería bueno profundizar en el por qué de las cosas: Por qué mata, por qué la ama a ella y por qué sólo a ella, por qué empezó a amar a los perros. Darle una razón y un trasfondo a que una persona como él ame a una mujer, tenga ideales como para matar a “malas personas” y pueda establecer una percepción de afecto hacia algo particular como los perros. También creo que es importante especificar a qué se dedica, donde trabaja y cómo obtiene la enorme cantidad de recursos que requiere para hacer todas estas cosas tan complejas una y otra vez, porque se requiere de muchos recursos y además contacto o acceso particular a los materiales que usa, que no se consiguen en cualquier lado.

Por último (y eso ya es más personal) te sugiero que no hagas un personaje perfecto, porque después puede resultar complicado para enhebrar con la trama, además es difícil empatizar con un personaje “perfecto”, lo deshumaniza. Los defectos son lo que construye una relación entre lector y personaje y que además aportan a la trama. Por lo demás creo que lo estás haciendo excelente :relaxed:.

Holaaa Valentines, el personaje también tiene imperfecciones y están en si psique es una persona con dos personalidades y que sufre de alucinaciones que el lector no va a saber hasta el final si son reales o si en vez de novela negra es ficción, te dejo un poco de lo que escribí hasta el momento para que me des tu opinión. Super agradecido con el comentario. No espero perdón.
Esto no es una súplica. Tampoco una confesión. Es la anatomía de una criatura que nunca debió existir. Un experimento mal calibrado entre carne, inteligencia y vacío.
Me llamaron genio. Líder. Fundador. Filántropo. Amante.
Nunca sospecharon. Nunca miraron más allá del traje, del discurso perfecto, del falso calor en mis ojos.
A veces me miro en el espejo. A veces me responde.
Él. El Otro. La cosa que vive dentro de mí, que arrastra su voz como un cuchillo oxidado por mi garganta. Él me recuerda lo que soy. Lo que somos. Un dios menor de carne, jugando con la justicia. Juzgando a los monstruos con métodos más limpios, más bellos, más crueles.
Yo diseñé el método. Él le dio alma. Él disfruta. Él abre, descompone, arranca. Yo estudio. Él siente.
Y entre los dos, construimos una obra perfecta.
Ella.
Ella es lo único que no puedo tocar. Lo único que no puedo arrancar. Lo único que no puedo diseccionar ni destruir.
Porque la amo.
No con deseo, no con esperanza. La amo como el condenado ama a su verdugo: con gratitud.
Por ella no soy libre. Por ella no puedo ser completo.
Por eso me voy. Porque si sigo un día más, Él cruzará la línea.
Y ella morirá.
No puedo permitirlo.
Esta es mi autobiografía.
Esta es mi prueba.
Esta es mi lápida.

El Nacimiento del Vacío
No hubo gritos.
No hubo golpes.
No hubo abrazos.
Crecí en una casa donde las puertas no se cerraban de golpe, sino que se alineaban con precisión quirúrgica. Donde el llanto no era reprimido con castigo, sino con indiferencia. Donde los juguetes no se rompían, simplemente no se usaban.
Mis padres eran exactos.
No crueles. No amorosos. Exactos.
Mi madre ordenaba mi ropa por color y por temporada desde que tenía cuatro años. Mi padre me enseñó a no interrumpir hablando, sino pensando. El ruido era una ofensa. Las emociones, un fallo de sistema.
Aprendí a llorar sin ruido, en la ducha, para no ensuciar el silencio.
Pero dejé de hacerlo rápido. Llorar era inútil. No resolvía. No reparaba. No servía.
En la escuela, me destacaba. Silencioso. Pulcro. Incuestionable.
No era el favorito. Era el inatacable.
Los profesores me adoraban. Los compañeros me respetaban. Nadie me conocía.
Yo observaba.
Observaba a los demás llorar por tonterías, gritar por amor, deshacerse por canciones, besarse con desesperación en los rincones oscuros de los pasillos. Como si algo dentro de ellos ardiera.
Yo no ardía.
Yo registraba.
Aprendí a imitar. A simular una sonrisa, una preocupación, una mirada de culpa. Era simple: detectar patrones, construir gestos, aplicarlos según contexto. Era como programar una interfaz emocional.
Así sobreviví. Así fui invisible.
No porque estuviera roto.
Sino porque nunca hubo nada que romper.
En la adolescencia, me enfrenté por primera vez a la pregunta que lo cambió todo:
¿Y si no soy como los demás?
¿Y si nunca lo fui?
¿Y si eso no es un error, sino mi forma perfecta?
A veces me miraba al espejo durante horas.
Esperando sentir algo.
Esperando que mi reflejo hiciera algo que yo no pudiera anticipar.
No lo hizo. No entonces.
Pero me miraba.
Con una calma inquietante.
Con una ausencia de alma tan parecida a la mía…
Que supe que algún día, hablaría.

Dios sin piel
Era guapo. Y lo sabía.
No de esa belleza superficial y fácil. No.
Era un tipo de presencia que se siente al entrar en una habitación. Una geometría perfecta: mandíbula limpia, espalda recta, voz baja, manos firmes.
Una silueta diseñada para mandar. Para ser escuchada. Deseada.
No me odiaba.
Me admiraba.
Cuerpo de gimnasio privado.
Fumaba Marlboro Gold sin descanso, incluso en la oficina, en la terraza, en las salas de reuniones.
Nadie decía nada.
Porque nadie podía.
Era poder absoluto. Era la firma dorada de una empresa que valía más que muchos países.
Fui el rostro de una revolución tecnológica, y el cuerpo de una orgía continua.
Tenía mujeres. Decenas.
Actrices. Influencers. Empleadas.
Venían solas. Me suplicaban. Me besaban los tobillos si lo pedía.
Y yo elegía. Con el mismo interés con el que se elige un postre caro después de una cena de negocios.
Me drogaba para explorar. No para olvidar.
MDMA, ketamina, LSD, óxido, benzodiacepinas, hongos sintetizados.
Quería abrir puertas dentro de mí. Ver qué se escondía detrás de la conciencia.
Pero no me perdía.
Nunca me perdía.
Hasta que volví a verla.

Estaba en una galería pequeña, una exposición de esculturas de metal.
Ella estaba sola. Miraba una pieza rota, una figura sin cabeza ni brazos.
No me vio. O fingió no verme.
Su voz… seguía igual.
Ella no había cambiado, solo se había endurecido. Más delgada, más silenciosa, más suya.
Yo la recordaba de antes.
Del pueblo.
Del barro, del colegio gris, de los árboles doblados por el viento.
En ese tiempo, ya la amaba.
Nunca me habló demasiado.
Pero su presencia era distinta. Una calma animal. Un filo sin necesidad de corte.
No me despreciaba.
Pero no me deseaba.
Yo lo supe mucho después. Que sus labios buscaban otras formas. Que su corazón tenía otra brújula.
Y eso no cambió nada.
Seguí amándola.

Aquella noche, después de verla, no llevé a nadie a casa. No toqué a nadie. No me drogué.
Solo me miré al espejo.
Y fue ahí cuando empezó.
Mi reflejo… no parpadeó conmigo.
Tardé segundos en notar la diferencia.
Pero cuando lo hice, mi cuerpo se heló.

Perdona quería compartir este fragmento también…
Eran las 3:33 de la madrugada.
La oficina estaba vacía.
La ciudad dormía.
Yo no.
Encendí otro Marlboro.
El humo se estiraba como un hilo de pensamiento.
Todo estaba en silencio, salvo por la respiración de los servidores y el zumbido leve de los focos de neón.
Entonces…
La sombra apareció.
No detrás del espejo. No en mi cabeza.
Frente a mí.
Era yo.
Pero no.
Era mi forma exacta, caminando descalzo sobre el mármol negro.
Pero sin reflejo.
Sin luz.
Un cuerpo de humo denso, con alas plegadas como cuchillas.
Unos ojos que no eran ojos.
Una boca sin forma, pero con voz.
— Eres patético.
Me quedé inmóvil.
— ¿Te crees especial?
— ¿Por qué?
— ¿Porque follas más que todos? ¿Porque todos te temen?
— Eres un proyecto inacabado.
— Un error.
— Un intento blando de monstruo.
No respondí.
No podía.
El Marlboro temblaba entre mis dedos.
— Te di poder.
— Te di método.
— Te di placer.
— ¿Y tú qué hiciste?
— Te enamoraste.
— De una mujer que ni siquiera puede desearte.
Su voz era como metal raspando un cristal.
— Cada vez que la piensas, me debilitas.
— Cada vez que la recuerdas, ensucias nuestra obra.
— Si no me dejas tomar el control por completo…
— Te romperé desde dentro.
La sombra me rodeó.
Me miró de frente.
Y antes de desvanecerse, me susurró:
— No eres un dios.
— Eres mi marioneta.
Y se fue.
Dejándome solo con el cigarro apagado.