Hola
Bueno, como sabrán soy nueva así que para quienes se lo pregunten, soy Jésica.
Espero estar en el lugar correcto para que quien quiera me de su opinión sobre este… engendrito que escribí para el taller literario. Ya lo envié y me dieron devolución pero quiero diferentes perspectivas. ¿Está bien escrito? ¿Es tonto o aburrido? ¿Qué les parece en líneas generales? O lo que quieran decirme al respecto.
Desde ya, gracias por leerme
Era un cuaderno Gloria recién nacido. Apenas si tendría unas cuatro páginas escritas, a diferencia de sus hermanos mayores que estaban llenos de palabras con esa letra monstruosa.
Reposaba como siempre que no se tocaban sus hojas. Nada nuevo bajo el sol que se colaba por la ventana, iluminando el baúl donde descansaba con sus hermanos. Esperaba el momento de la tarde en que lo buscaran y llenaran algunas de sus páginas con la Bic que dormía allá, lejos, en el cajón del escritorio. Afuera, los pájaros cantaban y había un ventarrón que sacaba las cortinas marrones de detrás del respaldar de la cama de madera blanca.
De pronto se escucharon pasos y algo que rozaba el suelo. Una mano lo depositó en la frazada rayada de la cama junto con otros cuadernos. Alguien lloraba bajito. No podía distinguir bien, pero veía el baúl abierto, la figura de su dueña y una bolsa de papas vacía que poco a poco fue llenándose con varios de sus compañeros.
Entonces la mano lo agarró despacio. Lentamente, el rostro de su dueña se acercó y notó un agua salada que nacía en unos ojos grises y morían en esos labios que lo besaban. Escuchó un “perdón” apenas susurrado y fue a parar junto con sus hermanos.
Todo se oscureció unos instantes mientras escuchaba los pasos por la ruta conocida que iba hacia la cocina. Sin embargo, los pasos continuaron y una gran luz se filtró por la bolsa de papas, haciéndole intuir que estaban en el patio.
La bolsa se abrió y la luz solar del verano entró a raudales, al punto de hacerlo brillar. La mano lo tomó con delicadeza mientras el viento abría sus páginas rayadas. Entonces lo metieron en un sitio cilíndrico y descascarado de un rojo ya gastado. Otro de sus compañeros cayó pesadamente sobre él; otro, a un lado. Pronto estaban todos allí: Desde los más viejos, que habían ido a la escuela, hasta los que no se movían del escritorio y estaban a la mitad de su adultez.
El llanto se intensificó y un vozarrón conocido advirtió:
—Que no quede ni uno, borrega de mierda.
Entonces el olor a alcohol se esparció por doquier, mientras los chorros que salían de la botella de Purocol los mojaban por completo. La llamita de un fósforo se vio sobre la gran boca del cilindro y luego cada idea contenida en ellos voló al cielo con las llamas y el humo.