Voy a atreverme a escribir algo aquí:
Un Día Cualquiera
La mujer avanzaba a paso vivo, pues había perdido el transporte y llevaba prisa para no llegar tarde al trabajo otro día.
-¡Que contrariedad! –Decía para sí- ¡Todo porque mi dulce esposito no quiso hacerse el desayuno! –Sonrió- ¡Un día de estos voy a tirarle el desayuno caliente en la cama, encima, y luego lo voy a mandar a la casita de la desgraciada de mí suegra!
-Señora, disculpe.
Ella detuvo. Aquel hombre era uno que estaba en sus cincuenta, de aspecto torvo y mal encarado, además, que parecía esconder un objeto entre sus ropas.
-Dígame caballero.
-Muy buenos días señora, perdone que la interrumpa en sus actividades matutinas, pero esto es un asalto, así que le agradezco que por favor no grite.
-No se preocupe por eso, no soy amiga de posturas melodramáticas, pero no puedo negarle que esto es una contrariedad, ya que no comencé bien la mañana. Verá: mi esposo no quiso hacerse el desayuno y tuve que hacerlo, por lo que voy tarde al trabajo.
-¡Que desconsiderado! –Se quejó- Pero le aseguro que todos los hombres no somos así, jamás salgo a trabajar sin hacerles el desayuno a mi esposa y mis hijos, porque, si tengo mis dos manos, ¿por qué no puedo hacer el desayuno para todos?
-Lo felicito. ¡Ojalá todos los hombres fueran como usted!
-Bueno –dijo apenado- pero ahora estoy en el menester del trabajo, así que, por favor, deme su dinero.
-Seguro señor –le extendió el dinero- No me va a quitar la cartera, ¿verdad?
-Eso solo hace más engorrosa las cosas señora, prefiero el dinero completo, por favor –ella se lo extendió- abra la cartera, por favor –ella lo hizo para que el visualizara- Gracias.
-¿No piensa abusar de mí, verdad? –Había temor en su voz- Mire que he visto casos…
-¡No se preocupe señora! –Trató de calmarla- Soy un profesional –señaló hacía atrás- pero yo que usted me preocuparía por el hombre que venía siguiéndola.
Ella vio en la dirección señalada, el hombre trataba de resguardarse detrás de un vehículo. Usaba una franela de color negro con grandes letras blancas: ¡¡¡ERECCIONES LIBRES YA!!!
-¡Amigo! –Le gritó la mujer- ¿Usted piensa abusar de mí?
-¡Por supuesto! -Le respondió desde su refugio- ¡Entienda que tengo varias cuadras siguiéndola! ¿No cree usted que, si uno invierte su tiempo en acosar a alguien, debería coronar con el éxito?
-No digo que no, pero entienda que saberlo me asusta, no cualquiera se entera por medio de alguien que te está asaltando que un tercero te está esperando para abusar de ti. ¿Cómo le parece?
-La entiendo y me disculpo –se acercó- espero comprenda que parte de mi proceso es el factor sorpresa para imponer el dominio sobre mí víctima, que en este caso es usted, pero resulta –señalo al otro hombre –que es su culpa de este señor que usted se haya enterado.
-De verdad lo siento, pero esta es mi área de trabajo y usted interfiere con mis funciones. ¿Usted está registrado? Tenemos un gremio, por si no lo sabía.
-Somos independientes, como comprenderá, no tenemos mucha competencia.
-Entonces no puedo ayudarlo, acá, solo afiliados, así que, por favor, retírese, de lo contrario, me veré obligado a dispararle.
-¡Cómo se atreve a tal insolencia! ¡He invertido días en seguir a mi víctima, y ahora debo abandonarla solo porque usted me lo pide! ¡Eso no se hace!
-Pues sepa que a los de su gremio no les gustan mucho a mis compañeros de trabajo, pero en nombre del tiempo invertido, le daré un minuto antes de dispararle.
-¡Esto no es justo! –Se quejó mientras se alejaba- Sepa que buscaré quejarme ante alguien.
-¿Y con quien se va a quejar? –Se burló- ¿Con la policía?
El hombre se marchó a paso vivo, sin dejar de voltear de cuando en cuando, hasta que se perdió en la esquina, no sin antes mostrarles el dedo medio de su mano en alto, gritando:
-¡Erecciones libres ya!
La mujer suspiró aliviada, mientras su asaltante se guardaba el producto de su fechoría y escondía su arma de fuego.
-De verdad no sé cómo agradecérselo.
-Alguna gratificación adicional no me vendría mal señora, usted sabe cómo está el costo de la vida, y aunque este trabajo da por encima del salario mínimo, a veces me las veo negras.
-Bueno, gratificación ahora, no puedo darle, como entenderá, pero podríamos cuadrar una cita para la próxima quincena.
-¿De veras? ¡Es muy considerado de su parte!
-No es nada…
-¿Nada? ¡Usted podría incluso estar ayudándome a crear un nuevo mercado! ¿Se imagina?
-Disculpe –la mujer se mostró apenada- ¿Podría darme algo para el pasaje? Es que ya voy a llegar tarde al trabajo.
-Bueno, tome –Le extendió un par de billetes- Considérelo un préstamo.
-Gracias… -Le sonrió- ¡Que tenga feliz día!
-¡Igualmente!
Sonrió satisfecho. ¡Así debían ser las víctimas!, colaboradoras, educadas, que entiendan las necesidades laborales de uno, para que uno pueda hacer el trabajo con el menor impacto posible.
El ruido de la sirena de una patrulla de policía llamó su atención. En la parte posterior pudo distinguir al hombre de la franela negra con letras blancas.
-¡Ciudadano, deténgase allí con las manos donde podamos verlas!
-¿Qué quieren ustedes? ¡Yo no estoy haciendo nada!
-Este caballero nos indicó que usted podría estar armado y está ejerciendo el robo con violencia.
-¿Y les dijo que la persona que robé él estaba esperando turno para violarla? ¿O es qué no han visto su franela?
-Yo creí que era una campaña política…
-¡A mí nadie me preguntó! –Gritó desde el interior de la patrulla.
-Es que ustedes son unos…
-¡Mucho cuidado con el lenguaje!
-…Genios. Les advierto que estoy armado y que pienso ejercer la violencia de manera rotunda.
-Y le advierto que nosotros somos más y que responderemos con más violencia
Rato más tarde la ambulancia marchaba a toda velocidad, en su parte posterior, esposado a una camilla, con una herida de bala iba el asaltante. El policía le preguntó al enfermero:
-¿Qué tal lo ve?
-No debería decirlo, porque está consiente, pero está muy mal… No creo que matricule.
-Bueno, dígale a su chofer que tome la ruta más larga –Revisó los bolsillos del detenido- Esto no va a hacerle falta…
-Así parece… ¿Puedo pedirle un favor?
-¿Qué será?
-Tenía una cita con una dama en unos días, la señora que asalté. ¿Podría decirle que no voy a llegar? No me gusta hacer esperar a la gente.
-Con gusto atenderé su solicitud, estamos para servir al público…