PRÓLOGO
Los tubos fluorescentes eran la única fuente de luz en aquel laboratorio subterráneo y el bullicio urbano nada más que un recuerdo lejano. En las entrañas de esa montaña solo se escuchaban los pitidos incesantes de los ordenadores, un conjunto de ruidos sincronizados que no podrían envidiar a un metrónomo.
– Archivo encontrado – la voz del ordenador carecía de emoción alguna, era fría y metálica. – ¿Desea iniciar la carga?
Fuera de la sala se escuchaba la celebración de los demás científicos, quienes se felicitaban por el éxito del proyecto al que le habían dedicado tantos años y el cual lanzarían en tan solo unos minutos.
– ¿Desea iniciar la carga? – instó la maquina por segunda vez y el joven presionó con cierto titubeo la tecla ENTER.
Roger, un joven de veinticinco, era la mente maestra detrás de toda esa celebración. Un ingeniero bioquímico e informático que a su corta edad era el creador de un virus cibernético que estaban a punto de activar, un software diseñado y perfeccionado para averiar cualquier sistema operativo de cualquier computadora, así como extraer y literalmente desaparecer cualquier información en los aparatos electrónicos, dañar las líneas de comunicación e inutilizar los satélites que circunnavegan la órbita terrestre.
Aún pensaba en lo rápido que había alcanzado el éxito, con tan solo quince años se había colocado en la mirilla de las mejores universidades del mundo, pero también lo había hecho blanco de las organizaciones secretas de diferentes gobiernos. Había recibido propuestas, una tras otras, tan solo la hecha por el gobierno ruso captó su interés. El ex país soviético había prometido el pago de sus estudios, la mejora inmediata a la economía de su familia, pero también le habían tratado con más respeto, no solo como una simple adquisición que se debía conseguir a toda costa, razones por las cuales había aceptado la beca en la universidad más prestigiosa de la ex Unión Soviética.
Ahora, diez años más tarde estaba allí, de vuelta en su país, en ese laboratorio, a punto de liberar a APOPHIS , el virus que les abriría las puertas para ejecutar el plan que metódicamente habían elaborado.
– Tarea realizada correctamente, esperando orden para enviar – esa voz programada lo trajo de vuelta al presente – ¿Desea enviar el correo?* – un simple e-mail y otros tantos mensajes de texto que iban a salvar algunas vidas, vidas que no habían sido tomadas en cuenta en la formulación primaria del plan.
– Si veo hacia atrás estoy perdido – murmuró su réquiem para sí mismo antes de enviar el correo. El auricular sonó, al otro lado se escuchó la voz excitada de uno de sus subordinados.
– Señor, es la hora, la una pasado meridiano, estamos listos, solo estamos esperando la liberación de los códigos de activación del proyecto APOPHIS .
– Lo sé – a pesar de haber trabajado tanto, aun se preguntaba porque sentía que todo saldría mal – si veo hacia atrás estoy perdido – activó el micrófono de su auricular y lo enlazó al sistema de audio de todo el complejo – Señores, es hora. Tomen sus posiciones y echemos a andar la primera fase del proyecto AKLHYS.
Un silencio abrupto invadió el laboratorio, fue como si toda la humanidad contuviese el aliento. Roger tecleó una serie de claves para liberar el acceso del virus a otros cuatro computadores. A través de los auriculares escuchó con atención a los programadores que controlaban las maquinas y esa fue la última señal. La suerte de la humanidad fue echada al presionar ENTER.
I- PRIMERAS HORAS.
VANESSA
CIUDAD DE GUATEMALA; GUATEMALA
Era un día fresco y soleado, tal y como lo esperaba Vanessa, una joven publicista, exitosa y graciosa, quien a menudo pensaba que tenía una vida común, donde lo más emocionante que le podía pasar era el llegar temprano a su casa para poder descansar a como era debido, algo que no sucedía a menudo. No podía negar que su carrera era en cierta medida emocionante. El competir contra otras firmas de marketing y salir victoriosa a veces se podía convertir en toda una odisea.
Pasadas las 02:00pm4 solo podía decir que su trabajo se había reducido en terminar una campaña que le había provocado una que otra migraña e ir por dulces y cafeína. Todo cambió con ese correo, con ver ese video. Nunca había tomado en serio las bromas de su amigo Roger, era un payaso en toda la regla, a excepción del maquillaje y los zapatos, aunque claro, era un payaso muy inteligente que se pasaba hablando el día entero de zombies, conspiraciones gubernamentales y todo tipo de cosas que solo se pueden tomar como una broma o paranoias. Al ver la bandeja de entrada con un video de su amigo le alegró puesto que llevaban mucho tiempo sin hablar. Era una misiva con un asunto corto “MIRAME”, era un video y al abrirlo rió de lado al pensar que era una broma más de las que solía hacerle. Se trataba de lo que parecía ser una parodia bien elaborada de la introducción a las famosas películas de zombies que interpretaba la rubia de Rusia.
– Mi nombre es Roger – dejó escapar un suspiro al escuchar como daba inicio la broma – Trabajo para una unión político-militar entre países latinoamericanos y de la ex unión soviética, la mayor organización terrorista que nació en la última década. Yo soy jefe del centro de investigación genética, bioquímica e informática en una instalación secreta de alta tecnología.
Mientras el video corría el teléfono de la oficina comenzó a sonar, era la línea interna del edificio, no podía ignorarlo, con seguridad era una llamada de su jefe, así que hizo lo que toda persona seria y responsable haría, dejarlo timbrar un rato y pausar el video para luego tomar la llamada.
– Departamento creativo – en efecto, era su jefe quien llamaba. Un ruido procedente fuera de su oficina captó su atención, barullo parecido a la muchedumbre en un estadio en pleno partido – Disculpe, ¿Qué dijo?
El alboroto era tal que le hacía casi imposible prestar atención a las palabras de su jefe.
– Te he preguntado si sabes el porqué de que no haya red de internet – no pudo evitar poner los ojos en blanco, siempre que ocurrían cosas similares él le llamaba y le hacía ese tipo de preguntas estúpidas, como si ella fuese la encargada del soporte técnico del edificio.
– No señor, estoy segura que hace un momento yo tenía red – el ruido era inaudito, se levantó de su silla para dirigirse hacia la puerta y abrirla, estaba dispuesta a hacerlos callar a todos, pero ver a sus compañeros correr de un lado a otro histéricos porque sus ordenadores habían sucumbido la dejó muda. Todo el trabajo en la firma dependía del internet y de la línea telefónica para mantener contacto con los clientes y los socios.
– Hace aproximadamente una hora que nos hemos quedado desconectados – la voz enfurecida del jefe fue remplazada por ese sonido intermitente que indicaba que la línea ha caído.
La escena de sus compañeros se le hacía rara. El ordenador portátil seguía encendido y aun estaba conectado a la red. En la pantalla solo estaba el video en pausa, que por alguna extraña razón había comenzado a parpadear. Cerró la puerta de la oficina y al sentarse nuevamente en la silla le dió reproducir al video. Su intuición le decía que debía terminar de verlo.
– Un laboratorio subterráneo gigante donde se ha desarrollado un arma experimental – el video parecía haberse detenido, pero el parpadeo de su amigo delataba que se había quedado callado. Hasta en ese momento se percató de cuan demacrado se miraba y también se dio cuenta que en ningún momento se había reído.
– Vanessa – la mención de su nombre la hizo dar un salto, los ojos verdes del otro lado de la pantalla parecían verla directamente – en el momento en que recibas este video seguramente las computadoras de algunas partes del globo hayan empezado a fallar, eso es ocasionado por un software que encriptamos en imágenes y videos que han circulado de forma viral en las redes sociales. Tu ordenador sigue intacto porque lo he protegido con los mismos programas que usamos para asegurar las computadoras del laboratorio. Esto no es una coincidencia – en ese momento comenzaba a tener miedo, al tomar su celular y verlo pudo darse cuenta que no funcionaba, permanecía intermitente.
– Todos los aparatos electrónicos se verán afectados. Seguramente te encuentras en tu oficina, sal de allí, el transito se volverá loco, las líneas de telefonía fija serán las ultimas en caer, solo tienes unos minutos para comunicarte con tu familia. Diles que saquen lo necesario, tu tendrás que recogerlos, llevarlos a un lugar seguro, en tu país tenemos una base, la cual se encuentra en suspensión, está libre, su ubicación y las contraseñas para acceder a ella la encontraras en el libro que te regalé en tu cumpleaños. No te quito más tiempo, en la computadora central encontrarás más información, si las líneas de teléfono han caído usa el prefijo 753 antes del numero de tu casa, es un prefijo que nosotros hemos dejado libre para nuestro uso en cualquier parte del mundo, el cual bloquea el virus para permitir hacer las llamadas - sus nervios acrecentaban con cada palabra que él decía – solo te pido un favor, se encuentra ignorante a todo esto, llama a su casa. Recógela a ella y a su familia, pónganse a salvo, trataré de comunicarme con ustedes a la brevedad. – En el momento en que Roger dijo esas palabras la imagen cambió a la habitual del escritorio de todo ordenador.
Vanessa no podía dejarse abatir por los nervios, si se detenía a pensarlo le parecía un disparate, pero las piezas encajaban. La falta de internet o de cualquier otro medio de comunicación no podía ser una coincidencia, tampoco una broma por parte de su amigo, era algo demasiado grande. Tomó su celular y marcó a su casa, la llamada no era enlazada, la red estaba muerta, él tenía razón y si todo era cierto el prefijo debía funcionar, volvió a marcar, esta vez anteponiendo el prefijo que se le había indicado, como por arte de magia la señal se reinstauró y la llamada se enlazo.
– Mamá contesta – murmuraba, al cuarto aviso se disponía a cortar y salir corriendo de la oficina, pero en el último instante el teléfono fue levantado.
– Aló – la voz de su madre era inconfundible, pero estaba mezclada con algo de duda y sorpresa.
– Mamá, habla Vanessa.
– Hija, estábamos preocupados, tratamos de comunicarnos contigo, pero el teléfono había muerto, donde te encuentras, aquí hemos quedado totalmente incomunicados. No hay cable, tampoco funcionaba el teléfono y el flujo eléctrico ha fallado.
– Madre, escucha. Preparen ropa, no mucha, algo de comida enlatada, agua y esperen por mí en la entrada del pueblo. Cuando los vea les explico todo lo que sepa. – la voz le salía atropellada en un vano intento por guardar la calma – lleven la camioneta, tengan cuidado, cuando lleguen a las afueras del pueblo salgan de la carretera.
– Hija, ¿Qué pasa? – los nervios habían empañado la voz de su madre, era lo que ella menos quería.
– Madre, haz lo que te digo – iba a colgar la llamada pero antes de hacerlo se acordó de una parte del video – Hazme un favor, en el librero de mi habitación se encuentra un libro, ese que me envió Roger hace un año, tómalo y llévalo contigo, es algo importante, también lleva algo de ropa para mi, te amo.
No había dado tiempo a su madre de hacer preguntas. Ya sus dedos se encontraban volando a través de la pantalla táctil de su celular, dispuesta a realizar una segunda llamada. No fue sino hasta la tercera llamada perdida que tuvo que hacer para que a la cuarta le contestara, al parecer se encontraba durmiendo.
– Levántate, corre, no es una broma. Sal de tu casa inmediatamente, saca a tu padre y a tu hermano, debemos irnos.
– También te deseo buenos días – la voz adormilada de su amiga la sacó de quicio.
¿Cómo era posible que alguien aun durmiese a las dos de la tarde y cómo era posible que se tomara las cosas con tanta calma? odiaba esa manera de ser tan despreocupada con la que siempre se tomaba las cosas, a cualquiera alarmaría que una loca llamara para decir tantas incoherencias. Estuvo a punto de gritarle por el teléfono, pero recordó que solo ella sabía lo que realmente estaba aconteciendo.
– Se ha comunicado conmigo. Me ha dicho que te saque de tu casa, algo grave ha pasado, busca ropa, algo de comida, llego en unos minutos, espero encontrarlos en la entrada del residencial donde viven – su silencio fue la respuesta que esperaba Vanessa, sabía que al mencionarlo ella se pararía a pensarlo, pero no iba a perder tiempo en lo que a ella le tomaba evaluar las cosas, así que cortó y tomando sus cosas se dirigió lo más rápido que pudo al estacionamiento donde había dejado su coche y hacer lo que le habían indicado.