Siento que no hablo de ti lo suficiente.
Quisiera que, en cada lugar al que vaya,
cuente una anécdota que viví contigo,
para que así, quien me escuche,
se lleve un pedazo tuyo y no mío.
Como si ahora fueses una pegatina
que dejo en los postes de la ciudad
Solo llamando la atención
de los que se detengan a contemplar
Y todo porque lo que dejaste en mí es un tesoro,
de esos que no brillan por su apariencia,
Sino por la huella que te dejan
Esos varios pedacitos de tu vida
que quedaron impregnados en la mía,
Son, creo, lo que también quiero regalarle a los demás
Parte mía quiere guardar el tesoro bajo llave
Y consumirse consigo
para que nunca salga de mi pecho.
Sé que es egoísta, pero no puedo evitarlo
A veces quiero que eso sea solo mío
porque temo que al soltarlo
nunca más vuelva a mí.
Ser la bóveda oscura
que almacena la mina más reluciente:
Eso aprendemos a ser conforme crecemos
Tu amor era eso, resplandeciente.
Veías la vida con una sencillez desarmante,
tan humana que parecía fácil de imitar
Elegías con sabiduría a quién invitar a tu mesa,
reconociendo, también, tu propia humanidad.
Tu mirada era honesta, reconfortante y alegre,
Era real
incluso cuando la vida no fue fácil para ti.
Y sabes, es irónico que ahora piense así,
porque alguna vez creí
que no habías pasado por algo
lo suficientemente doloroso como para entenderme.
Pero me equivoqué.
Fuiste más fuerte que yo.
Me protegiste, me viste y me amaste.
Y ahora me cuesta soltar
la comodidad de haber sido comprendida por ti.
Por eso quiero que, cada vez que hable,
los demás sepan que te llevo en el corazón,
para que así más personas descubran
lo maravilloso que fue vivir
en el mismo lugar que tú,
en la misma etapa que tú,
en el mismo tiempo que tú.