Esa es la clave en la mayoría de los casos, @Fede. Como en cualquier otro negocio, cuantos más activos tengas, mayores son las ganancias.
Volviendo al tema del hilo, en esto, cada caso es particular y no se debe generalizar. Habrá autores a los que nunca les hayan propuesto pagar y a otros a los que sí. Pero es que hay que entender también el punto de vista de las editoriales, no como entes culturales, sino como empresas que buscan el rendimiento económico.
Sin duda, una de las opciones preferidas por los autores para publicar un libro es a través de las editoriales de mayor tamaño. Es lógico: gran parte de los éxitos literarios están asociados a ellas. Sin embargo, aunque a veces ocurre, no acostumbran a incorporar a su catálogo obras de escritores noveles. ¿A qué es debido?
Una de las principales razones es numérica, basada en estadística y probabilidad, si bien por tacto y educación remiten respuestas tipificadas en las que se exponen causas como no encajar en la línea editorial o tener cerrada la recepción de manuscritos. La cuestión es que, un autor sin experiencia previa, no suele alcanzar una gran repercusión más allá de su entorno inmediato, siendo lo habitual que el rango de ventas de la mayoría oscile entre veinte y doscientos ejemplares; en el mejor de los supuestos, rara vez supera los mil. Y teniendo en cuenta que existen cerca de 5000 puntos comerciales ya solo en España, para cubrirlos todos con un único ejemplar, se precisa imprimir como mínimo esa misma cantidad más unos centenares adicionales para grandes superficies ―de ahí que la tirada media en ficción se sitúe en torno a los 5600 ejemplares―. Los costes y las expectativas de beneficio no cuadran, no es viable. Y mucho menos lo sería si se añadieran gastos derivados de promoción y publicidad.
Por otro lado, el mercado es impredecible, nadie puede asegurar a ciencia cierta qué libro destacará, y además, está sobresaturado de novedades: cada semana, se lanzan por cuenta ajena más de 1500 libros, casi 7000 al mes, unos 80 000 al año; y pese a no haber datos contrastables, es muy probable que, sumados a los autoeditados, aumente esa cifra de manera exponencial ya que más del 99% de los manuscritos suelen ser rechazados. La competencia es enorme, los canales de venta muy numerosos y la visibilidad efectiva más complicada de conseguir en la era digital que en la analógica. En tal escenario, los riesgos deben estar muy medidos y delimitados por parámetros de seguridad o, de lo contrario, supondrían pérdidas inasumibles.
Igual ocurre en las editoriales de mediano y pequeño tamaño. Si no hacen bien los cálculos, terminan echando el cierre más pronto que tarde. Por eso, aunque estas son más proclives a descubrir nuevos talentos literarios, las tiradas acostumbran ser más ajustadas y, en consecuencia, la presencia física en librerías más dispersa y la perspectiva de beneficios mucho menor. Sin embargo, los escritores sin conocimientos financieros y del funcionamiento de la industria, no suelen ser conscientes de ello y es bastante común que acaben culpando al editor de no haberse cumplido sus expectativas pese a haber hecho todo lo posible con los medios a su alcance. Esto obliga muchas veces a mantener largas conversaciones formativas ―lo cual no entra dentro de las competencias contractuales― para evitar que se enturbien las relaciones, y aun así, no siempre se consigue. Son situaciones indeseables que se convierten en otro motivo más por el que se declinan propuestas de noveles y se muestra una clara preferencia por tratar con profesionales, más acostumbrados a las vicisitudes propias del oficio.
Por tanto, difícil, pero no imposible. Es importante intentarlo y, más aún, no desistir de producirse negativas, perseverar; hay una gran cantidad de oportunidades para conseguirlo, en concreto, más de tres mil en España, siendo la base de datos de editoriales del Ministerio de Cultura la más completa y de mayor utilidad para ampliar las opciones de publicación. Haciendo uso de ella, se podrá buscar todas las de una comunidad autónoma, provincia e incluso localidad; eso sí, recordando que, cuanto menor sea el tamaño de la empresa, también lo será su capacidad económica. Y no es poca la diferencia por facturación: pequeñas, menos de 500 000 €; medias-pequeñas, entre 500 000 y 3 000 000; medianas, entre 3 000 000 y 6 000 000; medias-grandes, entre 6 000 000 y 18 000 000; grandes, más de 18 000 000.
Con estos datos a la vista, es fácil deducir que uno de los puntos más importantes en un contrato de edición, junto al porcentaje de regalías ―comúnmente, en torno al 10% para la versión impresa y 25% la digital―, es el tiraje. De esto depende la distribución de la obra, la cantidad de puntos de venta en los que estará disponible de inmediato. Las grandes editoriales suelen imprimir lo suficiente para cubrir todo el mercado; las más pequeñas, en cambio, acostumbran a ajustarse a valores seguros, alcanzables por la mayoría de autores: entre cincuenta y doscientos ejemplares. Ambas referencias deben tenerse en cuenta en las negociaciones para llegar a un acuerdo razonable y aceptable.
Y como las estimaciones de venta para cada autor y obra van a ser muy dispares, los contratos y las condiciones estipuladas en ellos también. Habrá editoriales que, de plano, rechazarán una propuesta de edición si ven que no va a resultar rentable; pero puede darse también el caso de que, bien a instancias del propio autor o del editor, puedan proponer alguna alternativa. Pero, como digo, no se puede generalizar porque cada caso es muy particular.
Ni es cierto que todas las editoriales cobren por publicar, como tampoco lo es que ninguna pueda ofrecer esa opción a alguien en concreto. Depende mucho de la expectativa de venta.