Como me ha tocado inaugurar este foro, se me ha ocurrido que lo mejor que podría hacer sería publicar parte de lo último que he escrito (viene calentito, de apenas este último domingo).
Es un pequeño fragmento del primer capítulo de lo que será un relato que probablemente se extienda otros dos o tres. Está todavía sin revisar, así que es buena carne de cañón para que ejerzáis vuestros espíritus más críticos.
Por acotar un poco lo que podría ser este taller, podríamos utilizar una estructura similar a esta:
Descripción de la valoración
En mi caso, dado que me ha pillado esto un poco de imprevisto, agradecería una valoración general de estilo. Por una cosa o por otra, no suele tener muchas oportunidades de recibir valoraciones de otros, así que todo lo aportado será bienvenido.
Aspectos concretos a valorar
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Captación del texto: Aunque no está el capítulo completo, ¿consideráis el texto tiene un buen inicio, capaz de invitar al lector a continuar?
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Estilo: ¿Detectáis errores de estilo o posibles mejoras? ¿Recomendaciones al respecto?
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Diálogos: ¿Consideráis los diálogos adecuados para el contexto de la historia? Por lo general, siempre me preocupa que parezcan naturales.
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Capacidad del transmisión: ¿el texto consigue transmitir correctamente lo que sucede y cómo?
Texto a valorar
Rebeca se colocó la interfaz BCI y soltó un suspiro prolongado. El dispositivo, en forma de una fina diadema metálica, se abrazó suavemente a ambas sienes y emitió una luz azul parpadeante que, en cuanto se estableció la conexión con los sensores internos, permaneció fija.
—Shin, ¿estás preparado? —gritó al aire, mientras procuraba relajar su cuerpo.
Para la prueba, era importante evitar, en la medida de lo posible, cualquier artefacto introducido en la señal por la interacción con el resto de músculos.
—Cuando quieras, Rebeca —respondió él, a través de los altavoces integrados en el laboratorio, con su habitual tono amable—. La adquisición de la señal es correcta y estoy preparado para procesarla y aplicarla.
A veces, se preguntaba por qué había escogido una voz de hombre para Shin. Quizás, fuera su forma de compensar la soledad para la que, por lo general, enfrascada en su trabajo, apenas tenía tiempo de mitigar.
El confinamiento inducido por la pandemia que había afectado a la mayor parte del mundo y que había paralizado cualquier actividad secundaria, tampoco había servido de mucho, en ese sentido.
Su casa, situada en el condado de San Mateo, al sur del Área de la Bahía de San Francisco, en California, estaba provista con todo lo necesario para seguir desarrollando su trabajo, sin las inoportunas restricciones impuestas por horarios ni rendiciones de cuentas.
Shin, cuyo nombre en japones significaba, entre otros, corazón, era el prototipo de inteligencia artificial que ella misma había desarrollado para controlar la domótica e inmótica de su hogar y el laboratorio anexo.
Además del control y gestión de la mayor parte de los dispositivos y sistemas que gobernaban su casa, Shin se había convertido en un asistente confiable con el que, en ocasiones, compartía algo más que la previsión del tiempo y la Wikipedia. Shin era perfectamente capaz de mantener una conversación real y hacía tiempo que había superado, con creces, las pruebas de Turing y Winograd para su valoración como una IA de nivel general.
Rebeca cerró los ojos, momentáneamente, y volvió a exhalar lentamente. Su propio nerviosismo, podría afectar a los resultados.
Frente a ella, dispuestos sobre una mesa alargada a la que le sobraban infinidad de herramientas, dispositivos y documentos diversos, dos prótesis mecánicas, con forma de brazos, esperaban a que alguien las activara. Su aspecto, aunque era claramente robótico, imitaba, de manera bastante cercana, el de un brazo humano. A diferencia de lo visto en otros diseños, éste se caracterizaba por el material blando con el que estaban recubiertos, un polímero elástico, de color transparente, que aportaba sensores capaces de detectar la presión, el calor y la humedad.
Rebeca se concentró y uno de los brazos mecánicos se movió lentamente. No pudo evitar soltar un grito de euforia. La interfaz funcionaba correctamente. Ahora, sólo tenía que comprobar el nivel de resolución que los sensores y el dispositivo de adquisición de señal eran capaces de interpretar, a partir de la actividad bioeléctrica de su cerebro.
En su mente, aceleró el movimiento y aquel brazo artificial respondió casi al instante.
—Shin, ¿lecturas?
—El nivel de respuesta se mantiene en valores inferiores al milisegundo.
Sin duda, aquellos valores eran buenos. Apenas notaba retraso entre sus órdenes y el movimiento de la prótesis, que ahora se dedicaba a saludar de manera enérgica.
Para la siguiente prueba, decidió intentar manipular un objeto y valorar la recepción de estímulos. Una lágrima de emoción surcó su mejilla cuando el brazo mecánico sacó, con absoluta precisión, una lata de cerveza de una pequeña nevera situada a su lado y pudo percibir tanto su forma como el frío y la humedad de su superficie.
—Shin, ¿puedes sentirlo? ¿Puedes percibir lo mismo que yo?
Su asistente tardó unos segundos en contestar.
—¿Esto es real?
La pregunta de Shin, aunque extraña, no era inesperada. Aunque ya había participado en el procesamiento de los datos generados por la piel sintética que cubría aquellas prótesis, era la primera vez que podía percibir un objeto en su conjunto e interactuar con él.
A ella le ocurría lo mismo. Aunque la sensibilidad transmitida por aquella prótesis estaba lejos de ser comparable a la de una mano de verdad, la similitud era bastante aceptable y la sensación de disponer de apéndices extra era difícil de explicar.
—Jodidamente real, Shin, jodidamente real… —respondió ella exultante—. Desactiva la conexión. Quiero volver a reproducir la interacción realizada y estudiar todos los datos. Creo que aún se puede mejorar el tiempo de respuesta.
Aquella era la primera prueba de éxito de una interacción seminvasiva entre una prótesis y una interfaz cerebro-ordenador, con aquel nivel de precisión.
Hasta ahora, los únicos resultados obtenidos en aquel área habían requerido de métodos agresivos, basados en implantes quirúrgicos de alto riesgo y complejidad. Por contra, los intentos de utilizar métodos más livianos de decodificación neuronal, basados en sensores y electroencefalografía, habían demostrado ser poco eficaces, debido a las interferencias impuestas por los huesos del cráneo.
Su aproximación al problema de la atenuación de la señal había consistido en el diseño de varios sensores ubicados en el oído interno y las fosas nasales que, junto con la interfaz BCI, en forma de diadema, permitirían la amplificación e interpretación de la señal que, posteriormente, Shin procesaría y transmitiría a ambas prótesis.
Aunque la implantación de los sensores seguía requiriendo de una pequeña intervención con sedación, el procedimiento era sencillo y sin riesgo alguno. Ella misma disponía de ellos para sus pruebas.
Exhausta —llevaba toda la noche despierta—, Rebeca se permitió celebrar aquel triunfo con la cerveza que aquel brazo prostético aún sostenía en las manos. Le dio un sorbo y decidió que quizás fuera el momento de descansar un poco. Ya tendría tiempo, luego, de hacer esos ajustes.