Otmara, la falangista rebelde: lésbico, drama, política española. Episodio II

EPISODIO I

Ya en comisaría, explica a la policía todo lo sucedido. Nos encontramos Susana y yo a su lado. En un momento dado, toma su teléfono móvil y enciende una grabación con las barbaridades que le dijeron, sobre todo las del hombre que dejó noqueado al suelo.

–¿ES QUE LO VEIS? ¡Han empezado ellos y no me ha quedado otra que defenderme! ¡No hay derecho, joder! ¡No lo hay! ¡Después van de guardianes de la moral! ¡Son mala gente, muy mala! ¡Contra ellos, y después de lo que me han dicho, es necesario recorrer a la fuerza bruta! ¡SON PUTA ESCORIA INFECTA! –grita, entre lágrimas.

En este momento, toma de su bolsillo una cartera negra con el escudo de la Legión Española, de la que toma su Documento Nacional de Identidad y lo enseña a la policía. Acto seguido, toma el teléfono móvil de su bolsillo, abre el navegador, busca algo en Internet y dirige la pantalla de su teléfono hacia nosotros, desplazándola para que todos los allí presentes consigamos verlo todo. Una noticia de un asesinato terrorista con la foto de un hombre, una mujer y una adolescente con el rostro difuminado, ambas pelirrojas y de piel muy blanca. Otmara guarda un enorme parecido con la mujer de la foto, también muy hermosa. La adolescente parece ser ella misma. El hombre y la mujer, sus padres.

–¡Es que… ¡Mirad…! ¡Con vuestros propios ojos…! ¡Lo puedo demostrar sobradamente todo! Con pelos y señales!

En este momento, su llanto se torna más doloroso y relata, entre sollozos:

–Mis… ¡Mis padres, unos respetables legionarios, fueron víctimas de ETA! ¡LES TORTURARON Y LES ASESINARON! ¡Sin piedad alguna! ¡A sangre fría! ¡Delante de mí! ¡En mis propios ojos! ¡Era el año 2004…! ¡Yo tenía 16 años! ¡Solo 16! ¡Estas putas ratas entraron una noche en nuestra casa! ¡Forzaron el paño y tiraron la puerta al suelo! ¡Nos despertamos del fuerte susto que nos llevamos! ¡Nos quedamos bloqueados! ¡Nos acorralaron! ¡A mis padres y a mí! ¡Nos dispararon a los tres! ¡Yo, después de casi tres meses en el hospital, logré sobrevivir! ¡No sé cómo, pero así fue! ¡Aunque no puedo decir lo mismo de mis padres…! ¡MIRAD, JODER, MIRAD!

Se pone de espaldas a nosotros, se desabrocha rápidamente la camisa y se la quita, quedando en sujetador negro. Enseña una profunda herida en su brazo y seguidamente otra en su espalda, todavía más grande, cosida y llena de puntos. Quedo muy impactada.

–Entendemos, entendemos… Es complicado, pero intenta mantener la calma, por favor –le dice un policía.

–¿CÓMO PRETENDÉIS QUE MANTENGA LA CALMA? ¿CÓMO? ¡DECIDME! –exclama, mientras se pone rápidamente la camisa– ¡Esto que os enseño no es NI POR ASOMO la mitad del daño que me han hecho! ¡De entre los daños morales, pesan muchísimo más los psicólogos que los físicos! ¡A raíz de todo eso, sufro de muchos problemas de insomnio, he tenido que poner un seguro a prueba de balas en la puerta y en todas las ventanas de mi casa, no puedo estar en ningún lugar a oscuras, sufro de claustrofobia, tampoco puedo escuchar petardos ni fuegos artificiales ya que me sobresalto hasta el punto del desmayo… ¡En San Juan no puedo ni salir de casa y suelo ir por la calle con tapones para los oídos ante cualquier sonido fuerte inesperado! ¡Mirad! –decanta su cabello y enseña sus oídos con los tapones puestos– ¡No os hacéis a la idea del trauma que arrastro! ¡Si no me creéis, os puedo enseñar mis informes médicos, los tengo guardados en el teléfono! –toma de nuevo el teléfono móvil y los busca– ¡Mirad! ¡Aquí están! –los enseña uno por uno.

–Vale, ya vemos…

–¡ES QUE NO HAY DERECHO, JODER! ¡NO HAY PUTO DERECHO! Además, no se ha hecho ninguna puta justicia con esta mierda de gobierno que tenemos, sea de izquierdas o de derechas, ¡que es para hacerles volar a todos por los aires! ¡Y me quedo corta! ¿SABÉIS LO QUE SUPONE PARA MÍ QUE LOS DESGRACIADOS HIJOS DE PUTA QUE ASESINARON A MIS PADRES Y QUE LO INTENTARON TAMBIÉN CONMIGO HAYAN SALIDO DE LA CÁRCEL Y ESTÉN YA EN LA PUTA CALLE? ¿SABÉIS LO QUÉ ES? ¡PONEOS EN MI LUGAR POR UN MOMENTO, POR FAVOR! ¡OS JURO QUE MUCHAS VECES HE PENSADO EN TOMARME LA JUSTICIA POR MI PROPIA MANO! ¡ES POR COSAS COMO ESTAS QUE DEBERÍA HABER OTRO FRANCO QUE VOLVIERA A PONER ORDEN! ¿QUÉ PRETENDÉIS? ¿QUE ENCIMA LES HAGA LA OLA??

Entonces, se derrumba. Su llanto se torna esta vez desolador y vuelve a sollozar a gritos. Cae rendida al suelo, arrambada a la pared. Susana y yo la abrazamos. Siento su corazón bombeando de nuevo con suma violencia.

–Si fuera a juicio, que lo más probable es que sea así, podría alegar en su defensa todo lo que nos ha mostrado y explicado –nos dice uno de los policías– Aunque con un atenuante de enajenación mental, obviamente debemos tomar acciones hacia ella por tenencia de armas y lesiones, ya que no puede ir con una navaja y herir a la gente. Ahora bien, eso no va a quedar así. También vamos a tomar serias medidas hacia quien le ha hecho estos comentarios, provocando así su reacción. Por lo que hemos visto en el vídeo, los tenemos ya localizados. Están entre los heridos que está atendiendo la ambulancia.

Este mismo policía se dirige también a ella para tranquilizarla.

–¿Pero veis cómo está? Necesita ayuda psicológica. Encerrarla es lo último que podéis hacer. Por favor, os lo ruego. Pensad que sufre de claustrofobia. ¡Os lo acaba de demostrar además! –digo, preocupada y en un tono de súplica.

–Estará bajo arresto domiciliario durante unos meses.

–¿Y si necesita salir, cómo va a hacerlo? ¿Le da un ataque? ¡Pensad con la cabeza por un momento! –protesta Susana.

–Podrá salir durante las primeras horas del día, pero acompañada de alguien.

–Vale, nos ponemos de acuerdo y la acompañamos entre nosotras –dice Susana– ¿Sí, Cleo? –me pregunta.

–Claro que sí. Aquí estoy para apoyar en lo que haga falta.

Otmara logra amainar su llanto y tranquilizarse bastante al escuchar estas palabras y logra levantarse del suelo.

–Muchas gracias, amiga… –le dice a Susana. Le da dos besos en las mejillas.

–Muchas gracias, Cleo, bonita… Encantada de conocerte –me dice. También me besa las mejillas, tal vez con más delicadeza que a Susana. Es indescriptible lo que siento cuando sus carnosos labios, como pétalos de rosa, suavemente rozan mis mejillas.

–No sabéis cuánto os agradezco. No os merezco, de veras –nos dice entre lágrimas de emoción.

Nos abraza fuertemente a las dos.